jueves, 1 de agosto de 2013

Escrito (1/8/2013)

El puto Huxley.
            Cola, chocolate y galletas abastecen su boca derramada de endorfinas mientras mira un televisor –gratis- que ocupa la pared del cuarto de extremo a extremo… las migajas le caen sobre el pecho picándole igual que una etiqueta de la camisa nueva en su espalda: las hormigas le suben por los brazos y se encargan de limpiar los pectorales llevando los restos hasta el nido, porque la equidad parece que está sustentada en que los microscópicos e invisibles se alimenten con las sobras de los cerdos energúmenos.
            La pantalla se divide en tres: a la izquierda un par de hombres fornican con una joven mulata anal y oralmente, de forma simultánea mientras la chica babea, gime y se corre de gusto mientras los muchachos se relamen, se turnan, se imaginan dueños de un objeto vivo a quien no le importa ser cosificada, porque desde niña estuvo entrenada para eso –los conceptos de bien y mal son fantasmas obsoletos en un mundo donde la verdadera religión es el hedonismo en el que el verdadero dios no es más que el disparo de placer-; a la derecha anuncian que el alcalde, como hace mensualmente, el próximo domingo al salir de la misa -obligatoria para los menores, puesto que su formación es la base del estado- estará con un grupo de policías urbanos repartiendo por cabeza seis billetes de cien, ocho cajas de pasteles y un kilo de morfina solo para aquellos que caminen con la mano alzada y lleven el símbolo del partido único en el pecho, una pequeña oveja con colmillos antinaturalmente largos… no es obligatorio, pero quienes visten con ropa sin el animal en su camisa normalmente viven en la zona antigua, donde la luz aún se paga y en el que los alimentos no salen de latas, sino de animales vivos como hace siglo y medio; en el centro del televisor un señor hermoso, andrógino, elegante canta más que narra el parte diario acerca de la información estatal… la selección de sustball gana los mundiales por segundo año consecutivo –esta noche la carroza pública de la victoria repartirá un videojuego nuevo a los chicos y putas gratis para los adultos-, aparecen imágenes de los soldados en el extranjero fumando hierba, jugando cartas y comiendo enormes pilas de spaguettis… nunca salen disparos, cuerpos, bombardeos… es como si la guerra fuera un hecho lejano, irreal, una imagen intermedia caminando de lo tangible al espejismo y vuelta como una pesadilla de la que te levantas demasiado pronto con tu cerebro aun tratando de distinguir entre el asesino del sueño y el montón de ropa sobre la silla, con el sudor amarillo apestando las paredes del cuarto y las babas chorreando esperma sobre la funda de la almohada.
            A veces la pantalla se queda totalmente negra salvo por un señor bajito, guapo y con bigote que asegura que “el estado va bien” mientras las sondas del sofá administran oxitocina sintética cortesía del gobierno… el sujeto continúa ingiriendo hamburguesas precocinadas con el tamaño justo para que quepan entera en la boca como roscas de millo, cagando a la vez que devora carne entera como ocas, mientras la mierda no pasa por el retrete, sino que se expulsa directamente al suelo… no tiene que preocuparse por recoger las heces, por desinfectar los pisos, o por limpiarse el culo: la robótica se ha desarrollado tanto que no es necesario desempeñar ni siquiera tareas triviales como fregar azulejos, limpiarse los dientes o limpiar las migas del mantel… incluso el coito se reserva para los actores pornográficos y se alivia de ese esfuerzo físico a los ciudadanos cultivando a los bebés in-vitro, sacando el esperma con electroeyaculación, los óvulos con una larga jeringuilla… el placer del sexo es un cóctel de laboratorio a vece de distintas hormas que se embotella como la “Coca-cola” y se regala un par de veces por semana en los bazares estatales, gratis, sin esfuerzo, sin pasión… fácil.
            Es una nación sin muertes violentas, sin asesinatos ni homicidios, sin ni siquiera peleas fuera de los pabellones… una vez cada cinco semanas en los estadios gubernamentales se presentan doce voluntarios del país –normalmente suelen ser de los barrios antiguos, donde la gente aún sufre partos- y se les invita a luchar con armas que no sean de fuego hasta la muerte: nadie ha rechazado jamás el honor y no es obligatorio asistir a los juegos, pero se recomiendo hacerlo como forma de expulsar de manera legal, cívica, moral, supervisada por los jefes del estado, toda la ira, violencia y odio de los ciudadanos: quienes asisten reciben dosis extra de morfina en los repartos y cirugía plástica gratuita.

            Vivimos en el país de la felicidad donde no existe el paro, porque no es necesario trabajar, en el país de la felicidad donde no se construyen teatros, bibliotecas ni congresos porque nadie decide, nadie aprende, todo se da hecho y la cultura es un peso fatigoso destinado a los héroes de la clase política quienes se reservan la verdad, la toma de decisiones y la consumición de alimentos no sintetizados en favor de nuestro bien, en el país de la felicidad donde no existen enfermedades porque en las granjas de fetos se nos colocan los genes de manera ordenada mejor que el propio Dios tan sencillo como una Jenga que nunca se derriba… la única muerte es el suicidio asistido entre narcóticos, sostenido con fondos públicos que el país de nunca jamás regala a sus ciudadanos gordos, ociosos y apáticos quienes aburridos suelen solicitar este regalo antes de llegar a los 35 años.

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