sábado, 5 de marzo de 2011

vuelta a la carga

Bueno, después de un parón bestial, a causa de estudios, campeonatos, etc, aquí vuelvo a la guerra con un relato. Espero que les haga reflexionar y que pronto hayan más escritos por mi parte. Un abrazo!!!


EN EL ARCHIPIÉLAGO PROHIBIMOS LAS CORRIDAS
Los isleños se jactan de ser los primeros del estado en prohibir la tortura animal. Era, simplemente, inentiligible para una sociedad civilizada raptar a un miura de entre su manada, su grupo, su familia, aquella con la que creció entre compañeros de juego y amistades, porque aunque el ser humano en su inhumildad se empeñe en negarlo, ellos también tienen un alma que el dios inventado por nosotros no acepta, aunque habría que preguntarle al verdadero Dios que opina del asunto, de que violemos el espíritu animal hasta desgarrar su vagina y sangrarlo para nuestro regocijo, avaricia  y hoquedad almática. En el cenit de nuestro emborrachamiento de poder, decidimos que las bestias también tenían derechos, que era cruel e incluso malvado que un perro andara por ahí solo con su piel, con su pelo, con sus aceites, así que decidimos crear boutiques con ropa para los mejores amigos, donde viejas gordas de alta sociedad y gordos en paro con anillos y cordones de oro pudieran comprarle un abriguito a Pequis y a Titán para esos días fríos del archipiélago -tres- consiguiendo ser los más envidiados del reino de Mufasa. A los niños les damos hamburguesas echas con el culo de vacas culturistas, llenas de dianabol y aminoácidos, alimentadas con los restos de sus propias hermanas y de postre panes de bombón relleno de chocolate industrial azucarado-refinado, con una estampa metidita entre el bollo y el papel de petróleo que lo envuelve...pero a los gatos les damos croquetitas Fisquis sabor salmón ahumado a las finas hierbas con todas las vitaminas del abecedario para que crezcan sanos y fuertes, intentando hacer realidad esa imagen simpática que creó Jim Davis en el '78 de gato con la barriga sobrepasándole las patas. Veinte chinos viven apiñados en un trastero y a las tortugas californianas les creamos chaletes-piscina con una palmerita en el medio y todo, filtro para el agua, rocas, toboganes y, a parte del pienso, les compramos cáscaras de gambas como el que le compra regalices a un niño obeso. Bañamos a los gatos, abrigamos a los perros, sobrealimentamos a las tortugas, defendemos a los pulpos y ahora hasta prohibimos los toros.
En esas islas donde amamos a los animales existen granjas: no tantas desde que el cultivo del turismo monopolizó la tierra e invidentes como avestruces con la cabeza escondida nos lanzamos a debastar las tierras, llenarlas de cemente y pichi y nos dedicamos a contruir hoteles...cuando los invasores se harten del solyplaya se ve que los científicos del lugar están inventando una fórmula para convertir los ladrillos en material comestible e incluso nutritivo. Pero quedan granjas. En una de ellas, su dueño, tiene a los animales divididos según su especie, producción, cuidados, necesidades...Él y su esposa en la casa principal, unos metros más arriba de la finca. Las gallinas, están apiñadas en un corral, donde la ansiedad por la estrechez, al encontrarse embutidas en jaulas literalmente más pequeñas que su cuerpo, donde la carne gallinil rebosa por los octógonos de la misma y la desesperación por tener una luz que les quemas los ojos día y noche, veinticuatro horas al día, impidíendoles saber cuando es de día, cuando es de noche -tampoco les importa: son esclavas que nacieron en cautiverio sin conocer el sol ni la luna-, pero eso no es comparable a las corridas de toros, ya que, todo sea por la producción de huevos en cantidad. Las aves tienen el cuerpo lleno de cortes y heridas cubiertas por costras, gracias al alambrado que las confina y hasta hace bien poco estaban llenas de bultos secretantes de pus por los picotazos propios y ajenos, hasta que se encontró una solución a este problema: a su crías, pocas horas más tarde de nacer, se les parte el pico por la base, bien con un máquina, bien con una navaja caliente, al rojo vivo, pero esto no es tortura, ya que, si los pajaritos se picasen entre sí, se echaría a perder nuestra mercancía y por todos es sabido que el ser humano no podría sobrevivir sin alimentos básicos en su dieta como es el Facpollo. De todas formas, algunos pollos tienen suerte y no se les parte el pico: se dejan que sean gallos a parte y mientras unos viven como sementales otros lo hacen como gladiadores. Estos últimos, tienen un entrenamiento digno de guayres y el día del enfrentamiento es su momento: su amo les amarra los espolones artificiales a los suyos propios y la pelea se desarrolla de manera muy curiosa, pues pareciera que los animales -me refiero a los gallos- supieran el arma que calzan y olvidan su pico, saltando repetidas veces sobre el lomo de su adversario. De repente, uno de ellos acierta con su pico en ojo ajeno y lo estalla, haciendo saltar la esfera en una mezcla de esclerótica, sangre y fibras ópticas. El tuerto cae y su oponente se ensaña con el en el suelo, convirtiéndose ambos en una masa de sangre coagulada, líquida y caliente que envuelve sus plumajes antes blancos. El público enloquece dando gritos, lamentándose unos, regocijándose otros, en los dos casos por el resultado de las apuestas.
Otras aves viven en el terreno: son los patos, no tan abundantes por estas tierras, pero que algunos se empeña en cultivar. La primera vez que vi a estas aves me preguntaba porque todas tenían marca de dientitos en la panza y, sobre todo, porque todas estaban tan gordas, rallando la morbosidad...hasta que vi como se alimentaban: uno a una se les va poniendo un fonil en el pico, que atraviesa la totalidad de su esófago. Por él, se le va echando el pienso, quieran o no comer los pájaros, para reventarles el organismo, especialmente el hígado, al que pretenden enfermar para que crezca desorbitadamente y así poder sacar el tan apreciado paté francés made in...Por la enorme cantidad de grasa acumulada, a estos animales les es imposible escapar de las ratas, ratones...y de ahí las marcas.
Cerca de allí, el hijo, de treinta años y dos cotizados, tiene una casucha pequeña, de autoconstrucción, echa con maderas podridas y malolientes, llenas de nudos, donde tiene a unos quince perros pitbulls, metido cada uno de ellos en un transporting de esos en los que las compañías aéreas obligan a meter a los chuchos para que viajen en la bodega, tiritando, a menudo drogados por sus "amigos los amos" para que no mareen...tu puedes seguir subiendo a bordo sin ducharte. Los perros jadean en su cárcel, rodeados de moscas verdes -debemos saber que cuando la mierda se pega al pelo es muy difícil de quitar y el manguerazo mensual no es suficiente- con un plato de agua caliente, mustia, repleta de hongos como peculiar trofeo a su actividad. La mayoría de ellos están cubiertos de cortes por todos lados y pareciera que tuviesen tumores alrededor del cuello por culpa de los chasquidos que se llevan de los otros perros durante las peleas. Tienen una depresión fuertísima por culpa de la cerrazon de sus cuerpos, de sus almas en sí mismos y en esas circunstancias es fácil que estallen cuando ven a un animal tan frustrado y malherido como ellos enfrente.
-Aquí estoy.
Entra un amigo del hijo del mauro y metido en una bolsa de basura grande trae un caniche que se encontró dentro de una casa con el muro bajo. El pobrecito perrango no sabe la que le espera.
-Mira cógete a aquellos dos, pero hazlo fuera, que acabo de limpiar todo esto-dice el dueño de la mazmorra.
Su amigo, obediente, lanza la bolsa con el animal por la ventana y coge dos transportines cada uno con su correspondiente pitbull...estos son jóvenes y por la escasez de marcas en su cuerpo se diría que no tienen muchas peleas. El amigo cerca el lugar con unos tablones y mete a los dos perros grandes dentro. Trinca al pequeño y, tras hacerle unos cortes en vida para que salga sangre y la huelan sus conjéneres, lo arroja al centro del coliseo y comienza el destrozo: los gladiadores de cuatro patas se lanzan contra el animal, dentellándolo sin piedad -o peor aún: con la piedad que nos caracteriza a los seres humanos- llegando incluso hasta el hueso en varias ocasiones...Los chillidos del perro faldero son horribles, como si le hubieran pisado la patita sin querer de manera continuada. Mientras tanto, el dueño de los animales sale con uno de sus propios canes agarrado por una pata -rota- y quejándose.
-El mierda este ni come ni muerde ni sirve.
Eleva a la bestia del mismo modo que levantamos un machete para cortar un repollo demasiado duro y estampa su cabeza contra la roca en la que suele fumarse los porros. Como el perro solo chilla, pero no muere, decide lanzarlo al círculo de horror que hay justo a su lado. No importa que muera una animal, pues se repone: para esto la hembra, a la que arrancaron con alicates todos sus dientes -en vida- para que no ose atacar a los machos cuando la monten...además, para facilitar la penetración, espatarran sus patas, atándolas con sogas a cuatro postes y la hembra la colocan sobre un potro, similar a los usados por la inquisición hace siglos.
Cuando acaba la desigual batalla, las dos personas someten a los vencedores a base de palos para poder agarrarles y devolverles a sus jaulas, donde viviran acinados hasta el domingo, día de la pelea. Con los restos de los violados, los cogen y caminan unos cuantos metros, hacia la piara y echan los cuerpos a los cochinos, los cuales apenas pueden moverse, no por su gordura -al fin y al cabo es casi cien por cien líquida a causa de las hormonas- sino porque las drogas que les administran para que absorvan mejor los nutrientes de la comida, los tienen en un letargo casi permanente...lo peor es en los momentos de lucidez, cuando les viene el mono y como los perros anteriores se empujan y muerden entre resoplidos. A esto hay que añadir las picadas de los tábanos, ya que, el lodo no siempre basta cuando resides continuamente bajo el sol y los insectos son conscientes de que esta noche hay jabugo para cenar.
Por último, las cabras. No es lo común, pero se sabe que algunos ganaderos para evitar daños en el producto, serruchan los cuernos del animal -consciente- para que no se ataquen los unos a los otros, pero no es motivo de preocupación: para evitar daños, los ganaderos amarran las patas de los bichos y de ese modo evitan las posibles coces. A un grupo de hembras se les separa de sus baifos, sobre todo por las fechas en que los cristianos celebran el solsticio de invierno y las crías son matadas a cuchillo, mientras que la primera leche, el beletén, lleno de grasa pura, se le roba a las hembras que rebuznan su dulor día y noche, hasta que ellas cobren la misma moneda.
Los isleños comemos los productos de esta granja de las pesadillas...disfrutamos de las peleas de gallos y perros...alimentamos forzosamente a las aves... pero somos un ejemplo para el resto del Estado: aquí no se permiten las corridas de toros...aquí no estamos de acuerdo con la tortura animal.
A todas estas: ¿alguien vio alguna vez alguna puta corrida de toros en este archipiélago, aún antes de prohibirlas?Curioso.