Mentalmente.
Los marretazo desprenden microbios de piedra… finos…
pequeños… aguijonantes… se les meten en la piel del rostro, ardiéndoltes, como
pequeñas picaduras de araña: tan insoportables como inevitable, con el
contratiempo de que no pueden rascarse, ya que, los guantes con el que agarran
semejante martillo de plomo son demasiado gordos y están cosidos al mono de
cuerpo entero… 32 grados isleños con el porcentaje de humedad rozando lo
tropical y el único alivio es más agua, el agua de una garrafa recalentada por
el sol gradual de la mañana a la tarde: diez horas tirando las paredes de unos
apartamentos de playa que nunca disfrutarán.
Pequeños descanso para turnarse, así ha sido siempre:
oficiales de pintura que trabajaron codo con codo desde que uno creó la empresa
y que en los tiempos en los que al potaje ya no se le mete chorizo y morcilla,
sino le echamos berros y piña, echaron a los empleados que se fueron como
pollos sin cabeza cuando bajaron las ganancias, diversificaron los objetivos –los
baldes de pintura ya no eran suficientes para llenar la olla- y son dos, la
familia más minimalista…
El sol es tan relativo como el tiempo: placer sensual
cuando estás tumbado en arena amarilla notando los pechos de tu mujer y tu hijo
corre hacia las olas… tortura monstruosa cuando como plomo derretido cuando el
acero de veinte kilos destruye la rotación de tus hombros cuando golpeas un
muro de picón y cemento… no hay más remedio que seguir para pagar letras, agua,
luz, la cuidadora de una madre inválida, los libros del colegio, las cervezas
de los domingos en la playa bajo ese hijo de puto del cielo que ejerce maldad y
misericordia a su antojo como los dioses primitivos, como los dioses de la
tele, como los dioses de papel y pintura…
Son casi las seis, en unos minutos acabará la agonía y la
señora de la casa es buena patrona: no vuelve hasta el Domingo, así que deja a
los obreros quedarse en su casa para no pegarse la paliza de vuelta hasta la
capital, siempre y cuando la mantengan limpia, no cojan nada de la nevera salvo
el agua y no llamen a amigos ni mujeres para que los acompañen… es una extraña
manía de los que crecen entre algodones: pensar que quienes sudan su nómina y
beben cerveza marca blanca en lugar de cava con gin van a saquear sus manjares
si ven una entrada secreta hacia una vida que desconocen y supuestamente
anhelan… no comprenden que la honradez no depende del dinero o las posesiones,
sino del grado de satisfacción al que aspires… a algunos les basta con esos
pechos en el arena.
Seis en punto. Deja caer la marreta al piso –se rompe un
poco, ya le pondrán algo de relleno- y lo primero es desabrocharse el mono a
duras penas, con desesperación, impaciente, igual que cuando tienes una
cucaracha en la espalda y comienzas a dar vueltas como un perro en busca de la
cola porque el insecto está en el sitio estratégico donde tus manos no alcanzan.
Fin de la jornada… van al salón y sin ducharse, cogen el
pequeño picnic de la nevera: embutidos, unas litronas, hachís y algunos
pastelitos.
“C’est la vie” exclama uno de los trabajoderes mientras
suda con el culo el sofá blanco de la señora… el otro se tira desnudo en bomba
al centro de la piscina, riendo como un niño que descubre la espuma de las olas
por primera vez y el del sillón lo observa a medio andar entre la indiferencia
y la nostalgia… ya son doce años… doce años de trabajos en común… doce años
yendo de isla en isla participando en construcciones, arreglos y reformas… doce
años vagando entre pueblos con la furgoneta cargando y descargando
herramientas, cubos, sueños y experiencias… demasiadas anécdotas, tantas que
las que ha vivido con él eclipsan las familiares, las de los asaderos en el
barrio, las del fútbol veterano…
Demasiado tiempo vivido en común, solidificando los
lazos, haciendo pequeña la sangre.
Se levanta del sofá y le acerca una lata prohíbida de la
nevera: si es por él, arriesgarse vale la pena.
“Toma, ya no queda cerveza y el agua está caliente”.
“Son de la bruja”
“Que le den por culo”.
Sale de la piscina y se sienta en el mismo suelo a beber
el refresco. El sol ya no está de mal humor, así que decide disparar rayos
agradables.
“¿Te acuerdas de cuando estuvimos mes y medio en la isla
grande para hacer unas oficinas, cuando todavía teníamos a unas treinta
personas en plantilla?¡Qué mal lo pasaste cuando pillaste la gripe!.”
“¡Joder!¡Cuarenta y uno de fiebre!Si hubiera estado solo en la habitación estaría
muerto… o vegetal… no lo se, la verdad que me echaste una mano.”
Coge los restos de su cerveza y también se sienta en el
suelo. Prefiere quitarse los pantalones antes para no mojarlos, pero se deja la
camiseta, porque para él el solo siempre es un enemigo ulcerante.
“Muchos ratos juntos… nunca demasiados”.
Se acercan… se juntan… sus brazos se rozan… el de la
birra comienza a deslizar su mano desde el pecho hasta la cintura logrando
alcanzar los testículos de su compañero.
“¡Quita!”es su
primera reacción “¿eres maricón?”
“No, solo soy un hombre… ¿y tú?”
Tras un silencio dejándose acariciar unas bolas sudadas
es capaz de responder.
“Lo mismo supongo”.
Empiezan a besarse, con la lengua muy hondo, caricias,
pellizcos algún empujón lleno de rabia, la rabia del amor reprimido durante más
de una década, la peor rabia… y no: ninguno es maricón, ninguno ha sido atraído
por hombres jamás, ninguno había chupado una polla hasta dentro de cinco
minutos… los varones no les atraen, solo se atraen el uno al otro… solo se
atraen dos corazones con miles de kilómetros en común, sentados en la furgoneta
compartiendo cuentas, chistes y riñas… solo se atraen dos amigos que han
llorado el uno en el hombro del otro por la muerte de un hijo o por una madre
que dejenera a la velocidad de la noche… no son maricones, solo se aman en silencio
desde hace años… porque el amor no es genital, el amor no es romántico, el amor
no es velas en una mesa a media noche… el amor es limpiar el culo del ser
febril y levantarte cada dos horas en la noche para ponerle paños fríos en la
frente… se folla bien cuando lo reduces a dos penes, a dos anos, a pene y
vagina, a dos vaginas, pero se folla con éxtasis cuando follas con psicología…
ellos son dos obreros que no están follando un hombre a otro hombre, sino un
corazón a un corazón, una mente a una mente… ya lo dijo aquel rubio: “¡hay que
follarse a las mentes!”… y a los corazones unidos por experiencias compartidas.