domingo, 12 de mayo de 2013

Escrito (13/05/2013)


 Marchitando
            Un perro con tantísimas garrapatas en las orejas que le colgaban por culpa del peso de los insectos… la causa del descuido: unos dueños, compañeros de vida, demasiado ancianos aún para cuidarse a sí mismos, mucho menos a un animal cuyo lomo parecía una pared descorchada gracias a los huecos calvos por la ausencia de pelo ya fuera por el eccema o por los mordiscos de perros más sanos y fuertes en el parque… querría evitar las peleas, pero su correa es una vieja cuerda deshilachada amarrada de aquella forma sobre el cuello de la mascota… el único nexo de unión entre soga y mano, fuerza desnutrida en manos de viejo.
            Un perro fiel como todos, famélico, despelado, con llagas en la lengua por el olvido de una buena comida… un perro hecho tirajos sobre la falda de su amo, un ser tan profundamente amoroso como inútil: pañales para la incontinencia demasiado cargados de excrementos y humedad –se acabó el dinero para la enfermera y la sanidad pública no cubre gastos de muertos inminentes- le rozan el culo formándole costra entre las nalgas… albornoz cosido con tela de toalla que apenas llegaba a cubrir hasta la mitad de sus canillas, huesudas tibias como palos de bambú finos y secos por el sol, adornados con llagas blanquecinas… Come un plátano –de los pocos alimentos posiblemente masticables por sus paletas-, mientras el perro lame los restos de su boca y él lo acaricia con la mano sobrante… de fondo la ruidosa verborrea de algún programa casposo en la tele y llevando el compás, el sonido de la aspiradora acariciando el suelo de la alcoba: su mujer debía estar limpiando de cara a la vista de su hijo… la quinta visita en un mes… la quinta espera vacía.
            Los claves de ayer se marchitan en el jarrón nuevo sobre la mesa, flores apoyadas a través del cristal sobre dos volúmenes de  libros leídos, releídos y olvidados… el viejo disfruta de fruta, visión y compañero como un niño sintiendo el derretir del polo sobre boca y mano en un día de playa demasiado abrasador…
            No hay visión más hermosa: es ella vestida por un traje sin mangas con estampado estilo “cortina del salón”… un traje demasiado corto por ser comprado de joven, cuando las tetas aún no colgaban y el pelo estaba en la cabeza, no en axilas y bigote… un traje que se empeñaba en seguir usando en la senectud a pesar de que sus pelos del coño pasaban frío por debajo del corte del vestido.
            Peluda, estornudando zafiamente por el polvo que arrastra el aspirador, brillante por el sudor de hoy y ayer, pero así todo el viejo no imagina una escena más hermosa... la remata el perro cagando en mitad de la alfombra: ahí se quedará hasta la tarde, que ella no puede agacharse y él tiene poco tiempo para disfrutar de los primeros rayos del sol desparramándose sobre el sofá… lo primero debe ser lo importante.
            Con la grasa de sus brazos tira libros, almohadas y hasta un vaso mientras limpia con el aparato: maldice con cada microaccidente y empuja al perro –“sale”- con el pie: el bicho busca refugio en su dueño.
            Cuando va por la mitad su esposa se tira tal peo que inunda el cuarto con ese incienso propio de las alcantarillas que se abren de repente a primera hora de la mañana, cuando aún hace poco viento como para dispersar el olor de la cloaca, pero lo justo como para permitir que el olor a huevos podridos en el microondas se quede impregnado durante pocos metros a la redonda… Un peo fétido y espeso, que si abres la boca te ahorras una buena comida… su reacción fue… tirarse otro, idéntico y reír, ambos ríen, incluso el perro ríe aullando… y los tres se aman, flacos, pellejudos y con trozos de pelo por caerse… la vida es inteligente y está programada para que con el paso del tiempo el amor no se base en mentiras piadosas como lo bonito o lo pasional… la vida le enseñó que en el amor la comprensión, la compenetración y el apoyo mutuo es primordial, pero no lo más importante… basta con querer a secas, sin preguntas, que las personas estamos hechas para el amor, no para el entendimiento.

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