viernes, 23 de diciembre de 2011

Nuevo apoyo.

Otra estupenda baza en el blog: el escritor y estudiante de traducción e interpretación Vicente "Vince" que nos brinda su mano con su pagina "La magia del desastre"...Una literatura muy, muy peculiar en el sentido más positivo y amplio de la palabra. Espero que disfruten con la lectura de su blog al menos la mitad que yo mismo. Un saludo y gracias Vince!!!

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Porqué elijo ser un luchador?

Doce úlceras en un ojo causadas por golpes y roces que me han quitado parte de la visión, artrosis en ambas rodillas por correr a diario desde hace diecisiete años, sordera parcial en el oído izquierdo de un golpe que recibí a los catorce, dos cicatrices en la cara por cortes, varios esguinces y cientos -quizá miles- de moretones. Sin contar las derrotas que he sufrido en competición, las parejas y amigos que tuve y no siguen a mi lado por dedicarle más tiempo al gimnasio que a su compañía o la dificultad enorme que conlleva compaginar varias horas de entrenamiento diario con trabajo y estudios…Y aún así, después de más de diecisiete años, sigo siendo un luchador. Hay quién me pregunta que porqué…esta es mi respuesta:         
   Los seres humanos tenemos una fuerza, una chispa, una especie de monstruo interno que gruñe dentro de nuestra boca del estómago pidiendo salir, crecer, desarrollarse…tenemos la opción de silenciar ese monstruo convirtiéndolo en un ser domesticado y moribundo que nos obliga a arrastrarnos por la vida como sujetos medianos, desapercibidos o bien podemos alimentar su potencia y convertirnos en eso para lo que nacimos ser: héroes. Si tomamos la segunda opción la única forma, al menos adecuada, que existe para alimentar al monstruo es la búsqueda del autoconocimiento, el seguimiento de la disciplina y pelear firmemente por aquello en lo que uno cree sin perjudicar a terceras personas…es decir, la mejor forma de acrecentar a esa bestia es mediante la superación personal la cual sé, he comprobado con creces que se logra, entre otras cosas, por medio de las artes marciales. Y cuando hablo de superarse a través de estos deportes de contacto no me refiero solo al hecho de los combates en sí, más bien de lo anterior, del entrenamiento diario el cual no dura solo las horas que pasamos en el dojo, sino las veinticuatro horas que tiene un día ¿Imposible? Ni mucho menos: los artistas marciales que decidimos competir precisamos poseer una serie de cualidades psicológicas, técnicas y físicas determinadas, las cuales requieren a parte del día a día en el gimnasio el seguimiento de una dieta específica de la que pocas veces podemos librarnos –la ingesta mínima y hasta nula de alcohol y refrescos, no tomar “comida basura”, comer entre cinco y seis veces diarias, cortar hidratos de carbono a partir de las cuatro de la tarde y un larguísimo etcétera-, así como del eliminar horas de diversión y “fiesta” para tener el cuerpo y la mente lo suficientemente reposadas, invertir en sueño tiempo que podríamos pasar con nuestras familias…Como se ve ser artista marcial no es algo que se reduce al tatami, pero tampoco es algo que deba subyugar las vidas de quienes las practicamos: es simplemente adaptar en la medida de lo posible nuestras vidas a las artes marciales. ¿Y porqué compensa? En mi caso personal es por el hecho de poder decir “de lo que soy capaz de hacer”, lo cual no es una cuestión de ego –plagiando a Bass Rutten diré que cualquier buen luchador suda tanto o más cuando nadie le ve que cuando tiene un público- sino de aprendizaje: siempre que añado peso a una barra que voy a levantar, que me despierto a las seis de la mañana para irme a correr o que me almuerzo una ensalada en vez de una pizza soy consciente de que si “soy capaz de hacer” esas acciones por el simple hecho de ganar un combate, de lo que seré capaz de hacer por cosas realmente importantes en la vida como mi sobrina, mis estudios, mi trabajo…será algo enorme y es en ese punto cuando comprendo que para mi las artes marciales, ser mejor o peor en ellas, no es un objetivo en sí mismo, sino un punto de inflexión, una forma de aprendizaje que me enseña constantemente a ser una mejor persona en el día a día, en lo cotidiano, que después de todo, es el trozo más grande e importante de nuestro existir.
            Hasta este punto puedo resumir que practico artes marciales porque el esforzarme por medio de ellas para romper mis límites como peleador al mismo tiempo hace que rompa las barreras que me dificultan ser mejor persona. Pero además hago esta actividad y no otra porque al menos para alguien como yo es lo más arduo, doliente y sacrificado que conozco. Uno no solo no debe rechazar la adversidad y el sufrimiento que se encontrará cuando quiere conquistar un determinado objetivo, sino que debe incluso elegirlo y amarlo, llegar a un punto en el que adore y hasta busque pasarlo mal en el transcurso que le llevará a cumplir su sueño. Espero que no se me malinterprete: no pretendo hacer apología del masoquismo, ni mucho menos…tan solo trato de expresar que cuando alguien tiene dentro de sí mismo, junto con ese monstruo, un deseo, una meta, una razón de vivir, tiene que alejarse del camino fácil y seguro –seguro en el sentido de ya conocido, de ya precaminado- y buscar siempre el proceso más duro que le pueda llevar a lograrlo, pues lo más importante de un sueño no es la conquista en sí de este –eso debería ser tan solo un plus-, sino lo principal es el proceso que nos lleva a conseguirlo el cual nos permite conocernos, definirnos y hacernos como personas. Cuanto “peor” es ese proceso más fuerte nos hará, mayor será el grado de autoconocimiento porque nadie puede saber quien es realmente si no se encuentra cara a cara con el miedo, la duda y la dificultad, en el límite justo de sus posibilidades y trata de vencerlos –vencerse a  sí mismo en realidad- para saber hasta donde esta dispuesto a llegar por lo que quiere, por lo que cree, por lo que es importante en su vida. Una forma de poner esto en práctica en el gimnasio es algo tan simple como hacer sparrings con los compañeros más duros siempre que tengamos oportunidad, trabajar al ciento por ciento de la capacidad aunque el entrenador no lo haya pedido, refinar constantemente un movimiento en particular y practicar el que no sabemos hasta que salga…hechos tan simples que trasladados a fuera del tatami nos convertirán en hombres de honor.
            Además de lo anterior, está claro que el momento en sí de la competición es algo que merece la pena. El estado en el que uno se encuentra es algo muy contradictorio, paradójico…de alguna manera raya lo antinatural: en vez de evitar el dolor como sería lo instintivo te metes de lleno en él…sometes tu cuerpo, tu cerebro a niveles de estrés y tensión casi insanos…el corazón sufre unos cambios de ritmo que le hacen llegar a la taquicardia varias veces durante el combate…y así todo compensa pelear y mucho. El enfoque que debes tener en lo que estás haciendo es tan enorme que mientras luchas es como si la mente automáticamente supiese a que atender, que voces escuchar, que precisa mirar…y, por ello, mientras luchas, solo existes tú, el contrincante, Dios y tu esquina, más nada: no existe el público, no existe la derrota, no existe la victoria…tu tiempo es el presente, tu espacio es el tatami o el ring y lo único que hay es la pelea, ni siquiera ganar o perder. Es un estado de libertad y de ausencia de pensamientos tan grande que es siniestramente hermoso y uno de los poquísimos momentos de mi vida en los que puedo decir “soy libre, soy feliz”. Aunque estoy convencido –y lo pongo en práctica- de que cuando uno lucha ha de hacerlo principalmente por sí mismo –si no eres capaz de luchar por ti en primera instancia, te será imposible luchar por quienes te rodean- también es cierto que cualquiera que entramos a un área de competición tenemos clavados decenas, miles y hasta millones en el caso de luchadores de renombre de ojos que nos observan. Un competidor de artes marciales tiene la responsabilidad ética de saber que cuando esta sobre la lona lo que hace, como actúa, es un ejemplo para esos ojos…y más aun su trabajo diario para llegar a estar en esa lona. Quien este de público sin que nos conozca ni practique artes marciales no sabrá la dedicación que ponemos para estar luchando…sin embargo, las personas allegadas a nosotros, como familiares, amigos, compañeros de entrenamiento (que en el fondo todos formamos una familia) saben que lo que hacemos empezó mucho tiempo antes al momento en el que nos llaman por megafonía para entrar al tatami o en el que salimos del vestuario acompañados por la música: son conscientes de que lo que hacemos es una cuestión de fe. Y la fe no es esperar a que Dios o la vida te den las cosas, ni mucho menos: la cuestión de fe es un triángulo formado por esperanza, esfuerzo y sacrificio…esperanza para tener paciencia, no rendirnos y creer firmemente en nosotros mismos, en nuestras posibilidades, creer en que al margen de lo que digan los demás, de lo que piensen, siempre que creamos de corazón en una causa, en un objetivo, es posible, se puede conseguir…esfuerzo para hacer ciertas acciones que solo haríamos por una meta que tan solo nosotros mismos –ni siquiera nuestro entrenador o nuestros seres queridos- somos capaces de ver como por ejemplo correr kilómetros y kilómetros para ganar fondo, lanzar una combinación al saco cientos de veces…y sacrificio para lo contrario, para dejar de hacer ciertas cosas que solo abandonaríamos por ese objetivo, como puede ser abandonar horas de sueño y cambiarlas por horas en el dojo, dejar de pasar tiempo con nuestros amigos…Ese proceso de fe –esperanza, esfuerzo y sacrificio- que nos lleva a subirnos al ring, al tatami, inconscientemente hace que le digamos a quienes conocen ese camino que hemos andado que es posible, les inspiramos a saber que si nosotros conseguimos nuestro sueño como suele decirse con sudor, sangre y lágrimas, ellos también pueden conquistar el suyo, ya sea pelear, ser actriz, conseguir un mejor trabajo, unos estudios…lo que sea es posible, porque para conseguirlo solo existe unos requisitos muy simples que no por simples dejan de ser difíciles, gracias a Dios, que no son otros que tener fe, no hacer daño a nadie y creer en uno mismo. En definitiva a nuestros seres queridos que ven como arriesgamos nuestra integridad física en competición lo que les estamos diciendo no es otra cosa que “¡Ey! Si eres una buena persona que tiene fe, que crees en tus posibilidades y luchas por tus sueños y por tu felicidad adecuadamente, sin perjudicar la ajena, antes o después, conseguirás todo lo que te mereces!”.
            Y por último, practico artes marciales porque a mi padre no lo saludo con un beso en la cara, pero a mis compañeros de entrenamiento sí. ¿Significa que quiero menos a mi padre que a ellos? Ni mucho menos. Lo que eso significa es que tu equipo, con el paso del tiempo y basándose en un objetivo, principios y forma de vida en común y, sobre todo, tras el paso de horas y horas compartidas tanto en los campeonatos como fuera de ellos, se va convirtiendo en tu familia, porque al fin y al cabo más sólidos que los lazos de la sangre son los lazos de la experiencia compartida.
            En definitiva, yo no soy un luchador, porque uno solo puede ser lo que nace siendo…yo elijo ser un luchador, porque así me hice a mi mismo. Elijo ser un luchador porque elijo ser libre, elijo ser una inspiración con mi fe para quienes me rodean, elijo ser una mejor persona y elijo no rendirme ante las adversidades.
            Todos estamos destinados a hacer grandes cosas en la vida: únicamente tenemos que alimentar al monstruo si queremos conseguirlo.

domingo, 10 de julio de 2011

Otro escrito.

INDIFERENCIA
            Las moscas verdes cagaban, comían y volvían a cagar, como los peces en el río, sobre las tripas del gato reventado. Las vísceras del tigre con exceso de humildad le salían por la boca: formaban una pelota grasienta y compacta justo en la punta del hocico, del que no salía por culpa de su estrechez. Ni se sabe de que murió, ni tampoco es importante saberlo. Los coches le pasaron por encima tantas veces que a lo largo del piche había una estela de sangre coagulada, pizquitos de intestino y pelos de gato. El bicho aún conservaba su jesto de dolor, aunque digno adversario de la suerte, conservaba la serenidad en su mirada…esa forma de observar que tienen los gatos y que nos inquieta no porque temamos su enorme fijación, sino porque envidiamos su expresión de autosuficiencia, porque como dijo mi colega Miguelito el sudamericano, mientras a un gato solo le basta con ser gato para vivir, al hombre le es insuficiente ser humano para el mismo objetivo. En el fondo no nos jode que nos recuerden nuestros defectos, nos jode aun más que nos recuerden que otros no los tienen.
            Ahí sigue el cadáver de gato, mosqueado, destripado, violado, indiferenciado. Pasan personas por el paso de cebras y lo patean: no es que lo pateen por asco u odio, sino porque simplemente ignoran lo que está en mitad de la calle, ignoran el animal, ignoran lo que patean al pasar.
            Pasa un coche de estos con la música a todo decibelio, parecidos a un Bakoka de fresa puesto debajo de un bombillo y da tal golpe a la carne podrida que lo tira hasta la acera, no sin antes partirlo por la mitad…quien haya visto The Walking Dead recordará el zombie a medio partir del primer capítulo, aquel al que los intestinos le colgaban mientras se retorcía sobre la hierba esperando la inanición. Algó así ocurrió con gato: riñones, vazo y, en general, cualquier órgano que no formara pelota en su boca, estaba deslizándose por la oquedad que dejaron el culo y las patas traseras cuando fueron amputadas por el V.W., entre una mezcla de líquidos verdirojiza.
            Pasa un niño cerca de gato. Niño se baja de su triciclo de plástico con palanquita atrás, que empuja su madre preñada de su hermanito. Niño coge el fiambre con una mano y con dos dedos de la otra presiona la bola de tripas que tiene en la boca…con un tercer dedo le revienta un ojo impregnándose de esclerótica hasta la muñeca. Niño se huele las nueve falanges…se ríe. Su madre no se entera porque está apurando relajadamente el cigarro que tiene entre los anillos de oro. Niño estampa a gato contra el suelo y se divierte viendo salpicar lo que queda del esperpento contra la acera.
-¡Niño, deja de joder con la pelota!¡Que diga con el gato!-grita un barrendero-¿No ves que me manchas lo que ya barrí?
            Chiquillo lo mira atónito mientras se limpia la mugre en su camiseta blanquioficial del Real Madrid. Su madre continúa en trance nicotínico. Se ríe en la cara del barrendero y estampa a gato una última vez más. Se chupa uno de los tres dedos y el sabor a guadaña le es tan fuerte que vomita sobre los zapatos de su madre. Ella ni se entera.
            Pasan dos viejas y una hace ver a la otra “lo mal vestido que va el niño, to jediondo”.  
            Niño pega a llorar y, él si con ira, preferible emoción al pasotismo, patea a lo que queda de gato hasta su punto de origen.
            La madre consume el tabaco, se percata de la peste en sus zapatos y golpea a niño para reprimirlo, mientras lo sujeta con la otra mano…y menos mal, porque infante se cae a la segunda cachetada.
            Pasan dos chicos de catorce o quince años, un martes de Abril a las diez y media de la mañana y ven la escena.
-¡Mira que guapo el culo de esa tía!
            Se van ellos, se va la madre, se va niño, incluso se va gato. Queda en el ambiente una extraña sensación de que todo sigue igual, de que a nadie le importa, de que nada es diferente. De repente pasa otro Bakoka, esta vez de limón. El público se queda maravillado, impactado…me parece ver que le hacen una reverencia al polo-coche.

sábado, 11 de junio de 2011

Nuevo apoyo.

Hacía tiempo que no contaba con nuevos colaboradores, pero por suerte eso acaba de cambiar: en la zona de los links podemos ver el enlace al blog "lo que nunca te dije aunque quería que lo supieras", un baúl de crítica social, textos literarios, experiencias...elaborados por Iris Delgado Duque. Es un honor contar con tu apoyo. Muchas gracias y enhorabuena por tu gran trabajo!!!

viernes, 10 de junio de 2011

Reflexiones posexamenes precombate

Se que siempre pongo excusas en mi tardanza para escribir y esta vez no va a ser menos jejeje. Esta vez no subiré un relato, sino pequeñas reflexiones que he ido acumulando, pues como reza en el título, no he tenido mucho tiempo para dedicarme a la literatura tanto por los estudios como por el entrenamiento. Sin más dilación aquí se las dejo y espero que las reciban con agrado. Un abrazo!!!
p.d.: disculpen de antemano la ortografía, pero es que muchas son copia y pega de mi facebook y soy demasiado vago como para retocarlas jejeje.

no existen experiencias negativas o positivas per se: depende de como enfokemos, interpretemos y asimilemos esas vivencias. al fin y al cabo cualkier experiencia es buena si se sabe como aprovecharla.


no existe nadie mas ejemplar ke una mujer embarazada: su capacidad de cederse a si misma durante 36 semanas a un ser tan fragil, sabiendo ke el fin culminara con un dolor sin precedentes es propio de mesias y envidiable por los varones.


no existe el conocimiento propio si no hay una continua interactuacion con el entorno.no existe la autosuperacion plena si no desarrollamos una empatia constante hacia kienes nos rodean. en definitiva, no existe el yo sin el nosotros.


la gramatica es la forma de hacer matematicas sin utilizar ni un solo numero.


por muy horrible ke resulte la realidad la verdad siempre es hermosa...sufrimos solo cuando no hacemos coincidir a la primera con la segunda...adecuemos realidad a verdad y seremos felices.


cuando un logro ke en el pasado tomastes por orgullo,hoy es una verguenza...cuando odias cada minuto ke te esfuerzas porque sufres, pero a la vez lo amas, porque sabes ke te ayuda a crecer como persona...entonces puedes considerarte un guerrero.


no humilles, no dañes, no engañes...sigue estas tres reglas y, a partir de ahí, cree firmemente que te mereces todo lo bueno y lucha al máximo por lograrlo. si no lo consigues, al menos te habrás fortalecido para el próximo asalto.


lejos de lo ke se suele pensar, las artes ya sean bellas o marciales, no son una forma de entretenimiento o espectaculo, sino un camino de autosuperacion y autoconocimiento. ejercer el arte para ti mismo, de manera intima, de manera satisfactoria para ti y solo asi deleitaras a tu publico.

lunes, 6 de junio de 2011

La esquina, tu mayor baza fuera de ti mismo.

Reanudaré el blog con un tema sobre artes marciales que los no practicantes ni aficionados a estas disciplinas también encontrarán grato o al menos eso espero (especialmente si les es útil). He vuelto a la guerra con el blog gracias a una compañera música que tengo la suerte de conocer y que hoy, tras leer algunos de mis escritos de esta página me ha devuelto la motivación para escribir de nuevo. Muchas gracias y un abrazo!!!


LA IMPORTANCIA DE LA ESQUINA
"No estás solo, yo estoy aquí contigo". Para mi esa frase, tanto a nivel de competidor como de instructor es la mejor que puede decírcele a un luchador justo en el momento en que pone un pie en la lona: hace que los nervios previos a un combate disminuyan hasta casi desaparecer. Todos los que hemos competido, independientemente de la disciplina, sabemos la mezcla de sensaciones que uno sufre en el vestuario, las cuales van desde la incertidumbre a no saber como se desarrollará la pelea o la duda de si se es mejor que el contrincante, hasta la ansiedad por entrar de una vez al campo de batalla y el estrés que entraña una situación tan límite, donde te juegas meses de durísimo entrenamiento específico en unos cuantos minutos. Da igual cuantas veces te hayas puesto un kimono o una licra; da igual que sea tu primer campeonato local o la tercera vez que defiendes un título europeo; da igual la autoconfianza que poseas en tus propias posibilidades, porque a la hora de la verdad sigue siendo como la primera vez: hombre contra hombre, en principio igualmente prepardos a todos los niveles psicológicos, técnicos y mentales, jugándose sus islusiones, sacrificio y honor sobre el tapiz...tres de las cosas más grandes que posee un ser humano. La mayoría de artistas marciales, coinciden en que el momento de mayor tensión es cuando dejás atrás a tus compañeros en el vestuario y tu entrenador se queda a unos metros detrás o debajo tuya (según sea tatami o ring). A todos les gustaría no verse tan solos ahí arriba, sentirse arropados no solo por el público, sino por una persona que les haga sentir que todo saldrá como lo tienen planeado y justo en ese instante, mientras el árbitro recuerda las reglas, es cuando la esquina debe recordar "estoy aquí": no hace falta mucho más para dar un chute extra de seguridad a un atleta que por otro lado ya esta más que dispuesto y a punto para disputar el combate.
A menudo, ciertos entrenadores cuando hacen de esquina se centran demasiado en la parte estrategica y técnica -se limitan únicamente a dar instrucciones del tipo "sube la guardia", "entra de seo-nage"- y se olvidan tanto del aspecto físico -muchos no recuerdan que el luchador está mas preocupado en buscar la sumisión o el k.o. que en coger aire, en relajar los brazos, etc. y que ellos deben darles también ese tipo de indicaciones- como del aspecto psicológico -los que están fuera de este mundillo o que nunca han competido ni se imaginan lo importante que puede ser una palabra de aliento en el momento adecuado, como simplemente un "vas muy bien"-.De la misma manera, muchos competidores ignoran las instrucciones de sus instructores tratando de desarrollar la lucha ellos solos: quienes están habituados a los torneos, saben que desde fuera se aprecian aspectos de la lucha de los que el competidor, desde dentro, es incapaz de percatarse ya sea por estar centrado en otros aspectos de la pelea o simplemente por una cuestión física y es que su entrenador tiene una visión general del combate, mientras que el luchador tienen una visión muy centralizada (desde fuera ves a los dos participantes, pero desde dentro muchas veces solo ves un brazo, una pierna...). Además, existen peleadores a los que o bien la presión del público o bien una pequeña dosis de inseguridad los llevan a "hacer locuras" del tipo de no poner en práctica el juego que hacen día a día en el gimnasio y tratar de hacer cosas nuevas que jamás han practicado en el momento más inoportuno: el combate. Es necesario escuchar a la esquina en todo momento, pues los fallos de los que nosotros somos incapaces de darnos cuenta, nuestro entrenador los ve a kilómetros de distancia a veces antes de que ocurran. Igualmente, el luchador puede verse cegado en varios momentos de la pelea a causa de los nervios o a causa del cansancio, pudiendo cometer fallos tontos, que jamás haría entrenando, como bajar los brazos, entrar a proyectar regalando la guillotina...el apoyo que tenemos a pie de ring está atento a todos esos deslices -al menos debería- y es obligación del competidor ser capaz de dividir su atención en dos: una mitad a la propia pelea y la otra mitad a la voz de su instructor, quien en ese momento sabe más de nuestra capacidad, nivel y rendimiento que nosotros mismos.
Acabaré diciendo, que lo más presente que debe tener un artista marcial es que ha elegido una disciplina que dista mucho de ser individual: practicamos una actividad de equipo, donde nuestro rendimiento en competición depende no solo de nuestra capacidad, sino del entrenamiento diario con nuestros compañeros, con los que formamos una piña y es obligación de todos dar el ciento por ciento en los sparrings para ayudar a subirnos de nivel los unos a los otros, como de las enseñanzas del entrenador y sus instrucciones en el momento del campeonato. Por lo tanto, pase lo que pase sobre el terrero, los peleadores deben saber que nunca están solos: detras hay todo un equipo que a la hora de la verdad no son compañeros, son su familia.

sábado, 5 de marzo de 2011

vuelta a la carga

Bueno, después de un parón bestial, a causa de estudios, campeonatos, etc, aquí vuelvo a la guerra con un relato. Espero que les haga reflexionar y que pronto hayan más escritos por mi parte. Un abrazo!!!


EN EL ARCHIPIÉLAGO PROHIBIMOS LAS CORRIDAS
Los isleños se jactan de ser los primeros del estado en prohibir la tortura animal. Era, simplemente, inentiligible para una sociedad civilizada raptar a un miura de entre su manada, su grupo, su familia, aquella con la que creció entre compañeros de juego y amistades, porque aunque el ser humano en su inhumildad se empeñe en negarlo, ellos también tienen un alma que el dios inventado por nosotros no acepta, aunque habría que preguntarle al verdadero Dios que opina del asunto, de que violemos el espíritu animal hasta desgarrar su vagina y sangrarlo para nuestro regocijo, avaricia  y hoquedad almática. En el cenit de nuestro emborrachamiento de poder, decidimos que las bestias también tenían derechos, que era cruel e incluso malvado que un perro andara por ahí solo con su piel, con su pelo, con sus aceites, así que decidimos crear boutiques con ropa para los mejores amigos, donde viejas gordas de alta sociedad y gordos en paro con anillos y cordones de oro pudieran comprarle un abriguito a Pequis y a Titán para esos días fríos del archipiélago -tres- consiguiendo ser los más envidiados del reino de Mufasa. A los niños les damos hamburguesas echas con el culo de vacas culturistas, llenas de dianabol y aminoácidos, alimentadas con los restos de sus propias hermanas y de postre panes de bombón relleno de chocolate industrial azucarado-refinado, con una estampa metidita entre el bollo y el papel de petróleo que lo envuelve...pero a los gatos les damos croquetitas Fisquis sabor salmón ahumado a las finas hierbas con todas las vitaminas del abecedario para que crezcan sanos y fuertes, intentando hacer realidad esa imagen simpática que creó Jim Davis en el '78 de gato con la barriga sobrepasándole las patas. Veinte chinos viven apiñados en un trastero y a las tortugas californianas les creamos chaletes-piscina con una palmerita en el medio y todo, filtro para el agua, rocas, toboganes y, a parte del pienso, les compramos cáscaras de gambas como el que le compra regalices a un niño obeso. Bañamos a los gatos, abrigamos a los perros, sobrealimentamos a las tortugas, defendemos a los pulpos y ahora hasta prohibimos los toros.
En esas islas donde amamos a los animales existen granjas: no tantas desde que el cultivo del turismo monopolizó la tierra e invidentes como avestruces con la cabeza escondida nos lanzamos a debastar las tierras, llenarlas de cemente y pichi y nos dedicamos a contruir hoteles...cuando los invasores se harten del solyplaya se ve que los científicos del lugar están inventando una fórmula para convertir los ladrillos en material comestible e incluso nutritivo. Pero quedan granjas. En una de ellas, su dueño, tiene a los animales divididos según su especie, producción, cuidados, necesidades...Él y su esposa en la casa principal, unos metros más arriba de la finca. Las gallinas, están apiñadas en un corral, donde la ansiedad por la estrechez, al encontrarse embutidas en jaulas literalmente más pequeñas que su cuerpo, donde la carne gallinil rebosa por los octógonos de la misma y la desesperación por tener una luz que les quemas los ojos día y noche, veinticuatro horas al día, impidíendoles saber cuando es de día, cuando es de noche -tampoco les importa: son esclavas que nacieron en cautiverio sin conocer el sol ni la luna-, pero eso no es comparable a las corridas de toros, ya que, todo sea por la producción de huevos en cantidad. Las aves tienen el cuerpo lleno de cortes y heridas cubiertas por costras, gracias al alambrado que las confina y hasta hace bien poco estaban llenas de bultos secretantes de pus por los picotazos propios y ajenos, hasta que se encontró una solución a este problema: a su crías, pocas horas más tarde de nacer, se les parte el pico por la base, bien con un máquina, bien con una navaja caliente, al rojo vivo, pero esto no es tortura, ya que, si los pajaritos se picasen entre sí, se echaría a perder nuestra mercancía y por todos es sabido que el ser humano no podría sobrevivir sin alimentos básicos en su dieta como es el Facpollo. De todas formas, algunos pollos tienen suerte y no se les parte el pico: se dejan que sean gallos a parte y mientras unos viven como sementales otros lo hacen como gladiadores. Estos últimos, tienen un entrenamiento digno de guayres y el día del enfrentamiento es su momento: su amo les amarra los espolones artificiales a los suyos propios y la pelea se desarrolla de manera muy curiosa, pues pareciera que los animales -me refiero a los gallos- supieran el arma que calzan y olvidan su pico, saltando repetidas veces sobre el lomo de su adversario. De repente, uno de ellos acierta con su pico en ojo ajeno y lo estalla, haciendo saltar la esfera en una mezcla de esclerótica, sangre y fibras ópticas. El tuerto cae y su oponente se ensaña con el en el suelo, convirtiéndose ambos en una masa de sangre coagulada, líquida y caliente que envuelve sus plumajes antes blancos. El público enloquece dando gritos, lamentándose unos, regocijándose otros, en los dos casos por el resultado de las apuestas.
Otras aves viven en el terreno: son los patos, no tan abundantes por estas tierras, pero que algunos se empeña en cultivar. La primera vez que vi a estas aves me preguntaba porque todas tenían marca de dientitos en la panza y, sobre todo, porque todas estaban tan gordas, rallando la morbosidad...hasta que vi como se alimentaban: uno a una se les va poniendo un fonil en el pico, que atraviesa la totalidad de su esófago. Por él, se le va echando el pienso, quieran o no comer los pájaros, para reventarles el organismo, especialmente el hígado, al que pretenden enfermar para que crezca desorbitadamente y así poder sacar el tan apreciado paté francés made in...Por la enorme cantidad de grasa acumulada, a estos animales les es imposible escapar de las ratas, ratones...y de ahí las marcas.
Cerca de allí, el hijo, de treinta años y dos cotizados, tiene una casucha pequeña, de autoconstrucción, echa con maderas podridas y malolientes, llenas de nudos, donde tiene a unos quince perros pitbulls, metido cada uno de ellos en un transporting de esos en los que las compañías aéreas obligan a meter a los chuchos para que viajen en la bodega, tiritando, a menudo drogados por sus "amigos los amos" para que no mareen...tu puedes seguir subiendo a bordo sin ducharte. Los perros jadean en su cárcel, rodeados de moscas verdes -debemos saber que cuando la mierda se pega al pelo es muy difícil de quitar y el manguerazo mensual no es suficiente- con un plato de agua caliente, mustia, repleta de hongos como peculiar trofeo a su actividad. La mayoría de ellos están cubiertos de cortes por todos lados y pareciera que tuviesen tumores alrededor del cuello por culpa de los chasquidos que se llevan de los otros perros durante las peleas. Tienen una depresión fuertísima por culpa de la cerrazon de sus cuerpos, de sus almas en sí mismos y en esas circunstancias es fácil que estallen cuando ven a un animal tan frustrado y malherido como ellos enfrente.
-Aquí estoy.
Entra un amigo del hijo del mauro y metido en una bolsa de basura grande trae un caniche que se encontró dentro de una casa con el muro bajo. El pobrecito perrango no sabe la que le espera.
-Mira cógete a aquellos dos, pero hazlo fuera, que acabo de limpiar todo esto-dice el dueño de la mazmorra.
Su amigo, obediente, lanza la bolsa con el animal por la ventana y coge dos transportines cada uno con su correspondiente pitbull...estos son jóvenes y por la escasez de marcas en su cuerpo se diría que no tienen muchas peleas. El amigo cerca el lugar con unos tablones y mete a los dos perros grandes dentro. Trinca al pequeño y, tras hacerle unos cortes en vida para que salga sangre y la huelan sus conjéneres, lo arroja al centro del coliseo y comienza el destrozo: los gladiadores de cuatro patas se lanzan contra el animal, dentellándolo sin piedad -o peor aún: con la piedad que nos caracteriza a los seres humanos- llegando incluso hasta el hueso en varias ocasiones...Los chillidos del perro faldero son horribles, como si le hubieran pisado la patita sin querer de manera continuada. Mientras tanto, el dueño de los animales sale con uno de sus propios canes agarrado por una pata -rota- y quejándose.
-El mierda este ni come ni muerde ni sirve.
Eleva a la bestia del mismo modo que levantamos un machete para cortar un repollo demasiado duro y estampa su cabeza contra la roca en la que suele fumarse los porros. Como el perro solo chilla, pero no muere, decide lanzarlo al círculo de horror que hay justo a su lado. No importa que muera una animal, pues se repone: para esto la hembra, a la que arrancaron con alicates todos sus dientes -en vida- para que no ose atacar a los machos cuando la monten...además, para facilitar la penetración, espatarran sus patas, atándolas con sogas a cuatro postes y la hembra la colocan sobre un potro, similar a los usados por la inquisición hace siglos.
Cuando acaba la desigual batalla, las dos personas someten a los vencedores a base de palos para poder agarrarles y devolverles a sus jaulas, donde viviran acinados hasta el domingo, día de la pelea. Con los restos de los violados, los cogen y caminan unos cuantos metros, hacia la piara y echan los cuerpos a los cochinos, los cuales apenas pueden moverse, no por su gordura -al fin y al cabo es casi cien por cien líquida a causa de las hormonas- sino porque las drogas que les administran para que absorvan mejor los nutrientes de la comida, los tienen en un letargo casi permanente...lo peor es en los momentos de lucidez, cuando les viene el mono y como los perros anteriores se empujan y muerden entre resoplidos. A esto hay que añadir las picadas de los tábanos, ya que, el lodo no siempre basta cuando resides continuamente bajo el sol y los insectos son conscientes de que esta noche hay jabugo para cenar.
Por último, las cabras. No es lo común, pero se sabe que algunos ganaderos para evitar daños en el producto, serruchan los cuernos del animal -consciente- para que no se ataquen los unos a los otros, pero no es motivo de preocupación: para evitar daños, los ganaderos amarran las patas de los bichos y de ese modo evitan las posibles coces. A un grupo de hembras se les separa de sus baifos, sobre todo por las fechas en que los cristianos celebran el solsticio de invierno y las crías son matadas a cuchillo, mientras que la primera leche, el beletén, lleno de grasa pura, se le roba a las hembras que rebuznan su dulor día y noche, hasta que ellas cobren la misma moneda.
Los isleños comemos los productos de esta granja de las pesadillas...disfrutamos de las peleas de gallos y perros...alimentamos forzosamente a las aves... pero somos un ejemplo para el resto del Estado: aquí no se permiten las corridas de toros...aquí no estamos de acuerdo con la tortura animal.
A todas estas: ¿alguien vio alguna vez alguna puta corrida de toros en este archipiélago, aún antes de prohibirlas?Curioso.