jueves, 9 de mayo de 2013

Escrito (10/5/2013)


Agonía. 

            Completamente enchumbado en sudor, en cerveza clandestina, en desesperación, en ira, en rabia… Una subcontrata madrileña cuyos propietarios y encargados jamás han pisado este archipiélago salvo para recoger los cheques, envían un mono a los trabajadores completamente incapaz de servir en el húmedo calor subtropical… trajes sin corbatas preparados para la nieve y los vientos que estas islas parecen fundirse a la piel de los obreros como tatuajes hechos a plomo, de los verdosos con el paso del tiempo…

            Todo a oscuras, minúsculo, religiosamente silencioso, casi místico… si por un momento olvidara que rozando los cuarenta sigue en el mismo empleo de los dos patitos, si por unos segundos lograse aislar su cuerpo del entorno claustrofóbico, se sentiría en paz, calmado, incluso feliz, porque a fin de cuentas lo que esperas conseguir a golpe de ron y cerveza “Carrefour” no es más que noquear tus neuronas para olvidarte de ti mismo, para escapar de tu vida, para soñar que eres otro… otro en un lugar solo pintado entre los marcos de lo utópico, donde el único cansancio es el de los partidos de fútbol de los sábados con amigos del barrio y donde las elecciones son entre lo bueno y lo malo, jamás entre la real miseria y la peligrosísima esperanza vacua…

            Motores colosalmente pequeños teniendo en cuenta que son exactamente los mismos que usan en los trasantlánticos: jugosa ironía saber que sus engranajes son movidos a golpe de salitre y agua… la mar, fuente de alimento, recreo, energía… de agotamiento, de horas sin ver a los críos, de borracheras sin sentido a escondidas del patrón… Central hidroeléctrica de administración local, pero con dueña española: debemos pagarles tributos a los forasteros para obtener la electricidad que nosotros misos cosechamosy parimos: absurdamente idéntico a comprar el derecho por tener un jardín el cual, una vez abonado, asemillado y recolectado, sus frutos son para el arrendatario y quien compró la tierra ha de pagar también por el producto.

            Ayer se pararon los motores, esta mañana se enfriarán y ahora por la noche es cuando se adentra en un nico vertical con apenas medio metro cúbico de medición en cuyas tripas se haya uno de tantos motores que alumbran las desperdigadas casas de las islas… Parar, enfriar y adentrarse para hacer limpieza de sus guliverianas piezas: solo es posible desde dentro, a mano, incluso con amor para joder más, pues es imposible trasladar pistolas de aguas o hidrocompresores que desimpregnen el gasoil secado.

            “El motor está frío”... no puede evitar sonreír -¿consuelo, resignación?- ante esa criminal y cínica frase: cuarenta grados no es el polo y su traje no es para verbenas en la playa… así todo el tiempo corre en contra –demasiadas horas extras que pagar si se espera hasta la temperatura ambiente- y la salud de un obrero es inimportante cuando para eso le hemos hecho un seguro privado.

            Traga gases del líquido limpiante: abrasan su garganta, llegan a los pulmones y encienden los pequeños gáglios de su interior quemando de a poco el residual oxígeno que toma del receptáculo… al menos, le recuerda a la libertad del cigarrillo los domingos viendo a los magos del balón, quienes coleccionan “Ferraris” por dos veces el valor de su casa y meten goles, mientras él les aplaude embotado con la birra de litro y la pizza congelada… Frota… golpea… seca… cuanto más tarde mejor: ¿qué importan unos gases más o menos si cuanto más segundos pases jugando con la muerte del motor más se engordará la cuenta el día primero?Maldices tu empleo porque apenas te permite tiempo ni para media paja… vendes tu reloj por unas pocas decenas de euros más al mes: puedes comprar un videojuego al niño para que olvide que anoche pudiste ayudarlo con los deberes, pero preferiste trabajar un extra y amasar fortuna para comprar el paquete del “Canal+”: hipotecamos los detalles del hoy para perdernos en el placer inerte de pasado mañana…

            Entra la sed: en la oscuridad total atina a coger la garrafa y reza para que sea la del agua, tibia, pero saciante, no la de orines –prohibido salir al baño situado a cincuenta metros por demasiada demora- colocada estratégicamente una bajo cada empleado…

            Aún falta para el respiro de la cena, aún falta para que les permitan salir a sonarse la nariz llena de petróleo y sudor, aún falta hipoteca por pagar, aún falta una letra más del coche, aún falta la comida del bebé… aún falta descubrir el tumor cerebral por inhalación de productos cancerígenos…

            Desde Madrid esperan el cheque de los administradores de la central, quienes a su vez lo cobran a ayuntamientos y cabildos… En Madrid esperan en pleno Julio con el aire acondicionado a máxima potencia y hielo fresco en sus garrafas de agua limpia.

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