lunes, 23 de enero de 2012

Reflexión

La cultura en cualquiera de sus expresiones es un patrimonio no solo del propio autor, sino de cualquier persona que desee acercarse a su obra. SIi bien es una irrespetuosidad adjudicarse la autoría de una creación ajena -plagio, copia, robo- es igual de aberrante negar el acceso gratuito a quienes carecen de medios económicos para disfrutar del arte. Por lo tanto, estas nuevas leyes contra la piratería no son sino un reflejo de la quema de libros de épocas anteriores donde, al igual que ahora, lo que interesaba era mantener una sociedad iletrada incapaz de comprender y mucho menos de resolver su problemática. Estas leyes no tratan de proteger al artista, sino al sistema de gobierno, el cual sabe que su fin viene siempre a través de unos individuos ilustrados...de hecho, el verdadero artista pone en un segundo -y hasta tercer- plano las ganancias económicas a través de su creacion, sabiendo que su arte sirve en primer lugar como un medio de autoconocimiento y superación personal e inmediatamente después sirve como medio de concienciación y aprendizaje de los receptores de su obra, por lo que un verdadero artista, no solo lucha, sino que hasta promueve el que su obra llegue a cuantas mentes sea posible por el medio mas factible, independientemente del aspecto lucrativo. Por lo tanto, depende por un lado, de los creadores el que no muera la cultura promoviéndola por medio de blogs, exposiciones publicas, certamenes, etc. y por otro de los consumidores, ya que, si ahora tenemos dificultades para acceder a la cultura a través de internet no dejemos que venzan y tomemos nuevas -mas bien antiguas- alternativas como regresar a las bibliotecas, a las lecturas y tertulias en grupo, a los cineforum en casa del vecino...pero ocurra lo que ocurra no dejamos que venzan...el arte, la cultura no es moneda de cambio, es un arma insangrienta más poderosa que cualquier ejército y de nosotros -artistas y receptores- depende que ese arma no se nos arrebate. Las nuevas leyes son solo una dificultad, no una derrota: las dificultades no son nunca un muro, sino una escalera ¿bajamos o subimos?

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