martes, 19 de marzo de 2013

Escrito (19/03/2013)


Doble máscara.
Se estima que el Estado gana más de 11.000.000.000 de euros en impuestos recaudados gracias a la venta de tabaco y alcohol.
            Las migajas de seso vivo salpican sus botas. No es de extrañar: después de veinticinco o treinta pisotones incluso el cráneo se abre como una almeja al vapor y deja salir su contenido disparado… cuatro chicos, apenas de su misma edad centran su ira acumulada en este niño convertido en objeto de la cinefilia de Dios, de ese dios cínico y bromista que nos suelta en un  teatro sin guiones y se sienta a vernos desde el palco. Un niño que sale en busca de diversiones desconocidas y se topa con cuatro jinetes sin caballo buscando como llenar un hueco que se ahonda con cada gesto por colmarlo.
            De fondo música House, la calle encharcada con sangre y cerveza. El estómago a punto de estallar: parece un hígado de pato destinado al paté… ironías, supongo. En su boca el gusto cobrizo de la sangre, pero el miedo pasa a terror cuando se percata de que el flujo no fluye por sus labios rotos, sino que llega desde su garganta desmigajada: ante el nuevo susto grita, pero solo se oye el chillido en su cerebro… lo único que consigue con su grito mudo es aumentar el torrente sanguíneo que le recuerda la inevitabilidad de su no-vida, que ya ve como un alivio, un alivio que se une a la tortura resistiéndose a llegar: para hombre enterrado vivo la muerte es su mejor amante y el ansia lo apodera gracias a la impotencia de evitar su final: si pierdes tu elección ¿qué eres?
            Uno de los cuatro chicos se ensaña con la sien del muchacho quien tiembla involuntariamente de cintura para abajo, meado, cagado, con piernas tiradas por hilos invisibles de un titiritero sádico, con macabro estilo. Mayor mierda es la que hieden los corazones de sus amigos, los amigos de la marioneta, los amigos demasiado pijos, demasiado niños, que conocen el dinero, pero no su valor y hoy decidieron salir a la calle para jugar a ser neo-gánsters… el resultado es “game over”, pero en la vida real no existe la opción del “continue”, no puedes apagar y encender o echar una nueva moneda… cada fallo cometido tiene solución, pero su coste es grande, colosal en muchos casos: una garrapata que se acopla en el centro de tu cerebro y de vez en cuando muerde con sus colmillos, recordándote que no hiciste lo que debías, que no defendiste a tu colega, que te escondiste tras una columna como putas apiñadas contra el frío sin nisiquiera gritar socorro, observando, como Dios, pero desde las barricadas: tarde o temprano tendrá que volver deshonrados a la arena.
            Golpe tras golpe, golpe tras golpe… úlceras, huesos rotos, perforaciones y por fin… la patada final que descoyunta las cervicales.
            Cuatro jinetes sin caballo, que ni siquiera han empezado a afeitarse, prosiguen pateando un cuerpo inerte, desvivo, proyectando su odio en un desconocido: el origen del mismo también lo es.
            Son juzgados: 18, 19, 20 y 22 años… todos a la cárcel. En sus análisis, altas dosis de alcohol, el equivalente a botella y media cada uno, cantidades de alcohol que adquirieron de manera enteramente legal: basta con tener la edad y las monedas mínimas para comprarlo.
            Fumar marihuana en vías públicas conlleva multas de entre tres cientos y treinta mil euros… dos caras, doble juego, cero ética.

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