¡Fiesta, fiesta!
Llora con las bragas en el bolso porque no puede volver
sin ellas a casa. Sucia… pervertida… humillada… la han forzado en el arena de
una playa a la luz de la noche iluminándolo todo con velas para no destacar
demasiado: panorama atractivamente romántico que se invierte, demostrando que
todo depende de las formas, del momento, de la predisposición… unas velas de
luz inocua alumbrando restos de un himen destrozado sobre la espuma que se
desvanece con la ilusión de una joven que tardará mucho, demasiado, en tener
una segunda relación, una segunda toma de contacto con el semen, una segunda
toma de contacto con el hombre, el varón, el macho a quienes ahora considera
objeto de desprecio, padres del dolor. Los tacones sujetados en la mano
izquierda y en la derecha el móvil sin saber a quien pedir ayudar, aunque
quizás solo espere que su amiga, la misma que la abandonó en la discoteca media
borracha, la llame para preguntarle como se encuentra, qué tal ha ido con él,
como ha sido su primera vez… diez años les separan y la astucia del tiempo crea
demonios con canas con labia pícara, sugerente y atractiva: unos encuentros a
la salida del institutos, un par de paseos alrededor del barrio y unos cuantos
botellines acompañados de palabras políticas, de esas que solo dicen lo que
deseas escuchar, fueron suficientes para camelar a una muchacha de quince años
con tetas demasiado grandes en relación a su experiencia… nadie debería ilusionarse
jamás en el amor si no le han partido el alma al menos dos o tres veces con un
bate, astillando su ilusión, haciendo burla del cariño no correspondido… la
anatomía se equivocó cuando hizo a los hombre: el corazón debería de situarse
en el culo para así estar acostumbrados desde el nacimiento a que nos lo
pisoteen, porque solo merece la pena amar, porque solo reconoces el amor puro
cuando encuentras no a una persona que te diga “te quiero” mirándote a los ojos
–mariconadas del cine americano-,sino que aún teniendo el corazón como una uva
pasa te permite okupar su vida arriesgándose a un nuevo estrujón en el bistec.
Pero es una niña jugando a ser mujer y desconoce estos asuntos de mayores:
palabras bonitas, sonrisas bonitas, ropas bonitas… suficiente para camelarla.
Llora apoyada contra la barca del arena deseando que lo
que le arde en su vagina no sea un futuro aborto… deseando que ninguno de los
tres condones se haya roto… deseando que ninguno de los mosqueteros se olvidara
de desenvainar su espada fuera… frente al espejo hace unas horas se colocaba el
flequillo, se difuminaba la sombra, se daba sombra aquí y sombra allá intentando
disimular sus quince años y ansiosa por encontrase con él, por entregarse a él,
por darle su joya a él… pero cuando llegó a la puerta del local estaba con dos
nuevos amigos y tres sonrisas plásticas similares a la de hienas riéndose de
chistes malos en mitad de la sabana.
-¿Quiénes son?
-Amigos, no te
preocupes.
Todos los sacrificios incluyen rituales de iniciación:
baile con tres penes restregándose contra sus muslos, pastillas cortadas por el
medio echadas en el ron con cola, viajes fugaces con un espejito al baño…
-Hace mucho calor,
vamos a la playa.
Empieza el juego. El anfitrión hace una marca en su
filete y muerde el cuello de la muchacha para abrir la veda: otra lanza la mano
al pecho y el tercero a las nalgas… se espanta, golpea a los dos desconocidos y
se protege detrás del chico simpático de las palabras agradables tras la valla
del instituto… pero la risa de hiena se vuelve real y la agarra por los brazos
sentándola sobre la arena mientras de sabes Dios donde aparece una botella de vodka:
una mano le aprieta los mofletes para obligarla a separar las quijadas y otra
le vierte el alcohol directamente a la garganta, como a una oca que se la
alimenta con fonil para provocarle un tumor de hígado.
A pesar de la borrachera la niña se retuerce, se resiste,
se desboca gracias al instinto primitivo de la supervivencia, pero 50 kilos no
son demasiados para tres bestias movidas por el apetito vacío, motivado por la
gula: logran desnudarla desde debajo del ombligo y mientras uno la penetra los
otros dos discuten acerca de quien será el siguiente, porque ella no es más que
un número en la chacinería y todos tienen derecho a disfrutar de su trofeo… no
sorprende que se cosifique a una mujer en el siglo del “fast-food”, de la
aceleración, de la máquina expendedora donde exigir es un derecho sin deberes
previos y papá capital nos ha amamantado con la idea de que los apetitos deben
ser satisfechos en el acto, en el instante, en el momento… la ética no es sino
un invento de libros anticuados y por eso no está mal que tres amigos compartan
mujer como si compartieran una cerveza fresca viendo el partido.
Se largan porque es zona de marcha y la policía está
rondando cerca… Una niña destruida en su físico, destruida en su orgullo,
destruida en su mente forzada de golpe a lanzarse aún dormida a un barreño lleno de cubitos… una niña que llora no tanto por el dolor, sino por la mentira,
la decepción, la utilización de un
depredador oculto por la noche, protegido por nuestra indiferencia… todos
violamos a esa niña… todos giramos el cuello para verle el culo a las niñas con
pantalones cortos en verano.
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