lunes, 29 de julio de 2013

Escrito (29/7/2013)

Tentación, opresión, posesión.
            El sudor cae gota a gota como si la barbilla fuese una antigua pileta… es como si esas pequeñas gotitas quisieran hacerle un boquete en el muslo donde caen, penetrar la carne para que la infección pueda entrar más fácilmente hacia el alma… tiene temblores blancos en las manos como el cuerpo de un chihuahua con demasiado miedo… ambos oídos le pitan como una tetera descascarillada con orificios excesivamente pequeños… el silbido de los tímpanos lo exaspera, lo turba, lo marea, pero lo agradece: al menos tapan los susurros, los cuchicheos, los discursos melosos de cantores traviesos… Odiseo está en un cuarto de madera atravesando un nuevo mar de pajarracas, pero esta vez no existe nadie que lo ate, salvo unas manos, sus propias manos, sudorosas, agrietas, cobardes como para amarrar su pecado.
            Las sombras se alargan, los insectos cobran tamaños naturales, la araña le sonríe desde la silla sucia tejiendo un sudario como réquiem prematuro de un cavernícola del nuevo siglo pintando cuadros rupestres en la pantalla para diseños de publicidad: cheques de “Coca-cola”, nóminas de “Mercedes Benz”, transferencias de “Apple”… cuando el dinero llena el vacío de un globo que nunca estalla, que nunca se siente hinchado, que nunca sacia su necesidad de dilatarse, el apetito insatisfecho se convierte en los hilos de un monigote espasmódico que aprieta su soga alrededor de un cuello caprichoso, lo justo para ahogarle hasta comprar el nuevo aperitivo, pero nunca demasiado como para eliminar al cuerpo que lo mantiene, igual que la garrapata que no vacía por completo la sangre de su casero.
-Ven…
-Ven…
-Ven…
            Cuatro bocas le chillan susurros a las sienes…
-Ven…
-Ven…
-Ven…
            Seis vaginas tiernas se abren cerca de su boca…
-Ven…
-Ven…
-Ven…
            Huele la carne jugosa de un pato envenenado…
            Gira, se levanta, mira bajo la cama, dentro del armario… con cuidado, preparado, prevenido para ver al hombre con cuernos, rabo y patas de cabra, a la bruja fea y granuda con la escoba en la mano, al muñeco ensangrentado con un hacha entre las manos… pero la fealdad es cosa de ángeles, no de Satanás.
            Busca el foco de las voces, enciende la lámpara, rompe un jarrón grande contra el suelo: no hay nada… vuelve a la cama vencido, aterrado, exhausto…

            Sobre las sábanas, en vigilia temiendo a los demonios… mira hacia la mesilla de noche… un poco de cristal de la fiesta de anoche… lo disuelve… lo toma… se callan.

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