Miseria.
Hace ni cien años que nos cargamos a Federico porque le
gustaba comer pollas: demasiado verde que se quedó sin escribir, pero ahora
vivimos en el país del adelanto, donde sus versos son obligatorios en las
clases de lengua del colegio y Pepe puede casarse con Pepo, ir de la mano,
salpicarse la cara de semen legalmente… lo gay es la moda y como todas
terminarán pasando, escurriéndose, marchitándose en el siglo del mil por hora
donde las personas se consumen como hamburguesas precocinadas y se tiran al cubo
cuando su sabor se vuelve soso y aburrido igual que sopa sin sal… cubos de
basura donde él busca comida, mañana, tarde y noche, desayuno, almuerzo y cena…
tres contenedores frente a la catedral -¿tanta mierda deben de tirar?- en la
que familias enteras, católicas, con papi, mami, seis hijos, algún nieto, como
manda la ley de Moisés, escuchan misa, toman helados y pasean por la plaza con
cuidado de que el niño no se arrastre por el suelo con los pantalones blancos
del Domingo, que la niña no corra demasiado rápido volándosele la falda y
enseñando las braguitas, que el perro con cascabel al cuello no ladre, jadee ni
tire de la correa bajo un sol de ira divina alumbrando a los feligreses con su
amor atómico: niños enfermos de adultez a quien se les niega despellejarse las
rodillas… no puedes ser un bueno hombre si nunca has llorado en el piso con la
bicicleta al lado cubiertos de barro.
Rebusca
en los contenedores frito por los tábanos aguijonándole la cara como tunos
demasiado frescos, igual que los erizos gamberros que te pinchan los talones justo
segundos antes de coger la ola… hace diez días se reventó la boca embriagado:
los puntos del labio están descosidos, la carne está abierta, podrida y el
hedor es idéntico al de coliflores podridas hirviéndose en un caldero de plomo viejo.
También tiene nietos o algo así y cuando ve a los niños de la mano de papá los
saluda con sus uñas negras, con una sonrisa color dálmata, con los ojos verdes
mirando hacia ayer. La mayoría de los chicos se asustan, otros levantan su mano
para devolver el “hola”, pero cuando el brazo aún no ha pasado del sobaco, sus
madres le dan un tirón en la oreja aconsejándoles que “no le digas nada a ese
señor”… pero pronto surge un nuevo peligro, un nuevo enemigo, un nuevo
pervertidor: dos hombres de la mano paseando un carrito. Los miran con sus
miradas piadosas como si acabaran de descubrir un Neardental comulgando en la
iglesia: en las comunidades decentes no existe espacio para las aberraciones,
así que se van apartando de la familia, cuchicheando entre ellos, escupiendo
palabrotas por lo bajo –el valor es cosa de Jesús, no de cristianos- contra dos
tipos que se aman contra la voluntad del Señor, porque en la Biblia está
escrito “Ámense los unos a los otros”, pero en la letra pequeña, seguramente en
alguna de las últimas páginas, hay un asterisco que dice “salvo homosexuales,
islámicos, judíos, lesbianas” etc., etc. Son conscientes del desprecio e
ignoran la parroquia porque están por encima de sus burlas: ven al vagabundo
que sigue rebuscando en la basura y se cruzan de acera… no te equivoques:
tampoco los maricas tienen derecho a lanzar la primera piedra.
Un
anciano con la boca ardiéndole de dolor igual que mojo rancio, tratando de
sacar la merienda de entre nuestros excesos… un olor picante a cobre… un manojo
de pelos con salivo… un gato en la esquina del cubo con los ojos aún abiertos,
dejando escapar 21 gramos sin remedio. Lo toca: muerto, pero cálido, así que
hace pocas horas que haya muerto… en casa tiene una sartén… el gato debe ser
doméstico porque está bastante gordo… quizás a la bombona el quede gas para
encender el aceite… el gato no apesta ni tiene gusanos, su carne es limpia… con
las limosnas le llega para litro y medio de aceite… el gato tiene el cuerpo
parecido al de un pollo gigantesco… a lo mejor le sobra para mayonesa…
Hoy
sí somos libres porque vivimos en el país donde los comepollas pueden decir “sí
quiero” en el ayuntamiento, donde las cestas en la iglesia se llenan con
monedas para pobres, donde se educa a los niños en la integración, la igualdad
y el respeto para el prójimo… porque vivimos en el país del avance, donde ya no
se fusila a los maricas, se encarcela a los pobres ni se pega a los niños en la
escuela… vivimos en el país donde nos partimos el cuello si vemos a dos hombres
de la mano, donde nos tapamos la nariz cuando pasamos junto a un yonqui en la
basura, donde unos niños van a parques oxidados con suelo de tierra y otros a
parques plastificados con suelos de goma blanda.
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