viernes, 19 de julio de 2013

Relato (19/7/2013)

Mar.
            La sangre resbala sobre la acera mientras un grupo de personas se apiña contra la pareja de policías: uno saca el arme y pega un par de tiros al aire… las ovejas son asustadizas y el ruido fuerte es útil para descomponer al rebaño en individuos sueltos: quizás con los vecinos pase igual.
            Huyen, balbucean, gritan desde las ventanas a salvo por los barrotes para proteger  a quien ¿los que se encierran tras ellos en sus casas o los que pasean por fuera en barrios colindantes? La marabunta de ciudadanos corre a refugiarse en los bloques al tiempo que el poli con la pistola en mano les apunta sonriente desafiándolos a gritos: cuando das a un pitufo placa y pistola le sucede como a los chihuahuas que sabiendo que el otro perro tiene correa y bozal ignora su propio tamaño para sentir una falsa emoción de grandeza… toma a un idiota que creció deslumbrado con las películas americanas de detectives, déjale aprobar unas oposiciones equivalentes al graduado escolar, dale un uniforme, una gorra y un cinturón con cachivaches que le haga imaginarse un superhéroe de tebeos y habrás creado a un robot, a un fanático, a un soldado de batalla que nació en los mismos bloques donde ahora imparte ley olvidando sus raíces, olvidando que otro día él también jugó a la pelota en mitad del asfalto, olvidando que otro día él también pintó las paredes con absurdos eslogans llenos de infantiles esperanzas, olvidando que otro día él también observaba secarse la hierba en el parque de su plaza, con los remos oxidados y los yonquis compartiendo vino y aguja sobre el césped, mientras otros niños, otros padres, otros parques con suelo de goma y toboganes sempribrillantes como voladores recién estallados estaban embutidos en burbujas de cristal blindado a prueba de intrusos de extrarradio.
            A sus pies yace el muchacho con la cabeza ensangrentada: su delito fue demasiada chulería como suele ir siempre soldada a niños de 17 años… no lleva casco… la moto tiene el ruido trucado… hoy quiero masturbarme con mi reflejo de semidios… así que paran al chico, le obligan a juntar las manos contra el capó y cuando se niega a bajarse los pantalones para descubrir posibles drogas la paciencia del policía más joven –cinco quizás seis como máximo años mayor que el detenido- implosiona como una estrella que se muere y lanza al chaval al suelo.
-Ten cuidado… pueden verte-consejo de agente experto.
            En efecto: los amigos que juegan al dominó sentados en el banco de piedra se dan cuenta de que él está con los vaqueros por las rodillas, tirado contra el piso y con una bota clavada en la mejilla como un cazador que oprime el cuerpo de un oso frente a la cámara… el niño se resiste y ante la desesperación de su captor, le pisa la cabeza: debe imponer orden, disciplina, justicia, así que el águila desempolva sus alas, despliega sus alas y coloca un yugo en el cuello del joven que difícilmente se despertará en la U.V.I.: las botas policiales son muy pesadas.
-¡Abusadores!¡Abusadores!
            Es el grito que se escucha del viejo al niño, del padre al primo, del moro al blanco, porque la desgracia es la mayor fuerza conocida capaz de unir a una hilera de individuos.

            Corren… chillan… toman palos, ladrillos, piedras… es cuando el del pisotón recuerda que igual que los generales romanos que ganan la batalla no es más que un hombre y se vale del hierro para protegerse: tiros al aire como advertencia, igual que el tiburón enseña los dientes a las sardinas para demostrar su poder… las sardinas siempre cometen el mismo error y es que a menudo olvidan que juntas suman más mordiscos que un par de tiburones. 

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