Antiguos alumnos.
De buena gana los degollaría: full house de hijos, dos
varones, tres hembras, porque la lógica del Opus obliga a fustigarse por el uso
del condón, el celibato es un hecho natural, pero los maricas son pecadores que
eligen el camino de la viciosidad. De buena gana los degollaría, los metería
debajo del agua o con el mismo cinturón apretaría de golpe los cinco cuellos
juntos: ya le han tirado el frasco de after
shave y la colcha nueva de la cama tiembla acojonada viendo a los niños
correr con una tostada de mermelada pringada hasta el borde… gritos, caprichos,
llantos, caca, pañales… en el fondo votaría a favor del aborto, desearía que
fuesen embriones tirado a la alcantarilla, tener la billetera llena gracias a
cunas vacías, pero demasiado presión cae sobre un ingeniero de empresa propia,
mujer idílica y misa los domingos: vivimos en el país de la anacronía donde aún
se persiguen a dioses de madera entre Marzo y Abril con cucuruchos ocultando el
rostro y vagabundos recogiendo las frutas semipodridas ofrecidas a la “virgen
de”.
-¡Llévate a los niños!
Sumisa, preciosa, casta… la Biblia es muy clara: el sexo
solo como modo de procreación, para eso se juntaron hembra y varón… por suerte
existe la “Cláusula Magdalena” que al parecer permite escapas extramaritales con
putitas jóvenes de bragas sin goma, chocho siempre húmedo y piernas que no
requieren mayor contraseña de apertura que un par de cubatas, un fin de semana
en el Sur y algún viajito “de negocios” a países románticos del Norte, donde la
copa de petróleo es más rentable que el vaso de tinto y los coches sin capota
se escapan de las películas de Humphrey para pasear por autopistas sinuosas a
queridas tan jóvenes que follárselas roza la ilegalidad. Puta en la cama,
esposa en la casa, señora en la calle: tres patrones, ¿porqué no tres mujeres?
Papá termina de afeitarse mientras ella ejecuta la orden, coge a los críos con
tirabuzones rubios, trajes por las rodillas y camisetas con tirantes impolutos
para llevarlos con el canguro de plasma.
Barba perfilada en peluquería, doble
Windsor -¿o era temporada de “americano
impecable? Reza al señor por no ir haciendo el ridículo- y un par de tiritos
por la napia, uno por cada fosa: “snif”, “snif” y ya puede aguantar la
insoportable reunión de la promoción del ’94… una cena-baile en algún salón de
pijos donde el éxito se mide por la cantidad de ceros a la derecha, la
hermosura se consigue a golpe de sauna, entrenamiento y bisturí y las
conversaciones giran en torno a la calvicie, la gordura, la sonrisa del payaso
bipolar, pero siempre con un “todavía estás igual, ¡qué cabrón!”… ¿Mejor
guardar un par de micras en el neceser de viaje de ella? Mejor un gramo por si
la cosa se desmadra y toca trasnochar… tiene que aguantar el pie: la fiesta
termina a las 2:00, a las 8:00 piscina de los machitos, a las 9:30 ballet de
ellas, 11:00 visita-almuerzo en casa de su puta madre, a las 16:00… futuro,
futuro, futuro que esta noche se dará de bruces con el ayer: charlas, cumplidos
y piropos enlatados, fijados de antemano, fabricados en casa desde que llegó la
invitación como calamares de congelador precocinados en bolsa de plástico
listos para freír.
Hoy exalumnos, el lunes reunión con
los de recursos humanos, el martes Asociación de Padres y Madres, el miércoles
almuerzo con los socios… las mentes podridas viven adelantándose constantemente
al tiempo, olvidándose de que la vida es igual que un saxofón: solo suena bien
cuando se sigue una partitura escrita totalmente en blanco.
Aprietan los nervios: encuentro con
antiguas novias, actuales coños sustitutos, soportar abrazos rotos de
profesores que bajan la mano más allá de la cadera con sospechosa insistencia y
una foto llena de fundas blancas para guardarse en un altillo y hablar al año
siguiente del cariño que le tienen… esclavos de un mañana hipotecado,
dependientes de las aprobaciones del ayer: hoy solamente es un trámite
desaborido.
Un copazo para calmar la ansiedad.
-¡Al
coche!-grita a sus cachorros con supina dulzura delante de los vecinos.
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