sábado, 10 de agosto de 2013

Escrito (10/8/2013)

Antiguos alumnos.
            De buena gana los degollaría: full house de hijos, dos varones, tres hembras, porque la lógica del Opus obliga a fustigarse por el uso del condón, el celibato es un hecho natural, pero los maricas son pecadores que eligen el camino de la viciosidad. De buena gana los degollaría, los metería debajo del agua o con el mismo cinturón apretaría de golpe los cinco cuellos juntos: ya le han tirado el frasco de after shave y la colcha nueva de la cama tiembla acojonada viendo a los niños correr con una tostada de mermelada pringada hasta el borde… gritos, caprichos, llantos, caca, pañales… en el fondo votaría a favor del aborto, desearía que fuesen embriones tirado a la alcantarilla, tener la billetera llena gracias a cunas vacías, pero demasiado presión cae sobre un ingeniero de empresa propia, mujer idílica y misa los domingos: vivimos en el país de la anacronía donde aún se persiguen a dioses de madera entre Marzo y Abril con cucuruchos ocultando el rostro y vagabundos recogiendo las frutas semipodridas ofrecidas a la “virgen de”.
-¡Llévate a los niños!
            Sumisa, preciosa, casta… la Biblia es muy clara: el sexo solo como modo de procreación, para eso se juntaron hembra y varón… por suerte existe la “Cláusula Magdalena” que al parecer permite escapas extramaritales con putitas jóvenes de bragas sin goma, chocho siempre húmedo y piernas que no requieren mayor contraseña de apertura que un par de cubatas, un fin de semana en el Sur y algún viajito “de negocios” a países románticos del Norte, donde la copa de petróleo es más rentable que el vaso de tinto y los coches sin capota se escapan de las películas de Humphrey para pasear por autopistas sinuosas a queridas tan jóvenes que follárselas roza la ilegalidad. Puta en la cama, esposa en la casa, señora en la calle: tres patrones, ¿porqué no tres mujeres? Papá termina de afeitarse mientras ella ejecuta la orden, coge a los críos con tirabuzones rubios, trajes por las rodillas y camisetas con tirantes impolutos para llevarlos con el canguro de plasma.
            Barba perfilada en peluquería, doble Windsor  -¿o era temporada de “americano impecable? Reza al señor por no ir haciendo el ridículo- y un par de tiritos por la napia, uno por cada fosa: “snif”, “snif” y ya puede aguantar la insoportable reunión de la promoción del ’94… una cena-baile en algún salón de pijos donde el éxito se mide por la cantidad de ceros a la derecha, la hermosura se consigue a golpe de sauna, entrenamiento y bisturí y las conversaciones giran en torno a la calvicie, la gordura, la sonrisa del payaso bipolar, pero siempre con un “todavía estás igual, ¡qué cabrón!”… ¿Mejor guardar un par de micras en el neceser de viaje de ella? Mejor un gramo por si la cosa se desmadra y toca trasnochar… tiene que aguantar el pie: la fiesta termina a las 2:00, a las 8:00 piscina de los machitos, a las 9:30 ballet de ellas, 11:00 visita-almuerzo en casa de su puta madre, a las 16:00… futuro, futuro, futuro que esta noche se dará de bruces con el ayer: charlas, cumplidos y piropos enlatados, fijados de antemano, fabricados en casa desde que llegó la invitación como calamares de congelador precocinados en bolsa de plástico listos para freír.
            Hoy exalumnos, el lunes reunión con los de recursos humanos, el martes Asociación de Padres y Madres, el miércoles almuerzo con los socios… las mentes podridas viven adelantándose constantemente al tiempo, olvidándose de que la vida es igual que un saxofón: solo suena bien cuando se sigue una partitura escrita totalmente en blanco.
            Aprietan los nervios: encuentro con antiguas novias, actuales coños sustitutos, soportar abrazos rotos de profesores que bajan la mano más allá de la cadera con sospechosa insistencia y una foto llena de fundas blancas para guardarse en un altillo y hablar al año siguiente del cariño que le tienen… esclavos de un mañana hipotecado, dependientes de las aprobaciones del ayer: hoy solamente es un trámite desaborido.
            Un copazo para calmar la ansiedad.

-¡Al coche!-grita a sus cachorros con supina dulzura delante de los vecinos.

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