Flashback dance.
La sangre gotea desde la mesa golpeando la testa abierta
por la frente… no pueden moverla porque el golpe sonó seco y temen partir sus
cervicales como ramitas de algodón… menos de 35 kilos de mujer, whiskey y
huesos marcados a la altura del pecho, apenas sirven para retern un talento escondido
cual arpa: irremediablemente tuvo que bailar.
El compás de la salsa abrio en su cerebro alcoholizado el
chorro de los recuerdos e inmediatamente sus ojos salieron de las órbitas para
situarse por arriba, encima de su cabeza, 25 años antes, subida a esa tarima
del “Utopía”, discoteca de moda en la capital… unos pechos casi descubiertos,
piel tersa, tacones, medias de putilla y una cadera con estufa en lugar de coño
que se movía hasta el punto de confundir si el movimiento lo dominaba la mujer
o la pelvis a ella… cada noche un pene distinto… cada noche la más deseada…
cada noche invitacion, elogios y ego que subía metro a metro para con el tiempo
destruirse contra el suelo como cristal de vino blanco.
Noches bailando, mañanas follando, poco sueño… la coca no
se hizo esperar, pero igual que los dolores de estómago, donde los antiácidos
se recetan para contrarestar las pastillas para el reflujo -paradoja estúpida de
los chamanes blancos, empeñados en atiborrar a los niños con antiparásitos en
lugar de dejar que coman tierra y caguen mierda- el crac se hizo hueco en su
botiquín… polvo blanco para ralentizar la noche y ese mismo polvo, procesado,
inundando los pulmones para acelerar las horas de luz… máquina del tiempo loca
que poco a poco destruyen la carcasa del mejor motor dancístico que parió la
lava del archipiélago…
Una pescadilla de ebriedad y decadencia: necesita de sus
dos fantasmas para poder aguantar la música en la pista, para atraer a su
séquito, a su jauría, pero esos mismos amigos traicioneros van consumiendo su
carne, su cerebro, su boca… le provocan una metamorfosis invertida donde el
gusano que resulta de ella pasa de ser princesa de corazones a bufón de la
corte, hazmerreír de jóvenes que ahora se avergüenzan de haber tenido algún día
su poya en su boca…
Pero hoy es hoy… desempolva la corona invisible y a falta
de tarima –los bares que pretenden ser decentes esquivan estos adornos- se sube
a la mesa… sigue siendo el hazmerreír del público que aplaude con sorna, sonríe
con cinismo y anima con sarcasmo… pero en su cabeza 25 años no son nada y se
mezclana para confundir pasado con realidad… deja-vù amargo que para acentuar
el chiste traba su tacón en la grieta de la mesa y provoca su caída…
Cráneo abierto. Sangre rota. En el suelo incosciente
rodeada por curiosos, dueño del local y sanadores, la música sigue sonando en
algún lugar entre ayer, hoy y mañana… un espacio donde solo la princesa
destronada puede escucharla.
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