De luz y de color.
Las hojillas del acantilado abrieron su vientre dejando
los intestinos ensangrentados fuera de su panza… el cayuco se atronó contra las
rocas cuando el timón oxidado y maldito, fuera de circulación en Europa por su
falta de eficació, quedó atascado en el motor… una barcaza con diez negritos
atrapados al son de la espuma traicionera que tiene la sal podrida por culpa
del hedor de los bañistas que se meten en ella, una espuma selectiva que juega
a las olas con los niños rubios del norte regalándoles arena para sus inicios
arquitectónicos y que condena al suicidio asistido a los padres negros del sur
regalándoles promesas de tres platos, dos teles y un futuro… una espuma
enfurecida y egoísta de su tierra incapaz de compartir el maná, guardando en
sus entrañas el secreto, asesinado por la industria, de la felicidad…
Nueve negritos han muerto: ninguno ahorcado, pero también
sin aire, porque bajo el agua solo respiran los peces de colores, no hay espacio
para el pez aceitunado… un negrito sobrevive en la ambulancia camino del
hospital, donde una vez cosido, curado y puede que hasta cebado, pasará los
próximos meses acinado con otros negritos como él limpiando coches bajo el
solo, soñando con que uno como ellos, al menos una de las ruedas más que sea,
llegarán a estar en su poder y podrá pasear a su mujer, a su niño, a su madre
por el norte y que vean desde lo alto el mar que los liberó… pero se olvida de
que no es casualidad que el mundo tenga dos hemisferios y solo en el que se
puede ver la Estrella Polar hay lugar para los sueños, para los coches caros,
para la vida con desayunos de películas a base de tostadas, zumo y bollos, con
una madre recién follada y sin despeinarse por un marido con cartera de cuero y
quizás hasta cobarta… porque incluso en el hemisferio blanco esos desayunos
solo existen en películas producidas para echar la siesta con ruido de fondo
por la tele y los del norte solo desean vallar sus espacios para imposibilitar
a los intrusos coger los tenedores y quitarles su trozo de pastel… solo un
trozo: el resto de la tarta lo comen, disfrutan y tiran sus restos al retrete
los que viven esas películas y las ven en pantallas de plasma gigantes.
Un negrito en la ambulancia que se abre paso haciendo
sonar la sirena, sonido del requiem luminoso por los enfermos agónicos… ya
llega al hospital… sudoroso… sangriento… desconcertado… el requiem sigue pidiendo
paso en el aparcamiento y las viejas se santiguan compulsivamente como perros aullando
al son del “nino-nino”.
Se apiñan todas juntas contra los sanitarios que les
impiden el paso: la pención no da para el bingo y el cine de hoy en día las
aburre demasiado… observan como bajan la camilla y ven al último negrito
muerto, casi descuartizado y con ojos desorbitados por el hombre que acaba de
ostiarse a mil por hora contra la verdad…
Alguna vieja se santigua de nuevo… la mayoría vuelven a la sala de
espera casi decepcionadas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario