sábado, 1 de junio de 2013

Escrito (1/6/2013)


Patas y media.

            La carne de los muñones estaban descolgándose, como leprosa, por causa del roce de las extremidades mutiladas contra los adoquines de la acera: una gordura mórbida, genética e inevitable causaron estragos a un hombre adicto al chocolate y la leche condensada… sobredosis de azúcar… amputación doble. De rodillas hacia abajo la nada y un peón de obra las necesita para poder mojar pan en los garbanzos. Una paga insuficiente, una barriga que llega hasta la punta del pene desbordándose por encima del cinturón y manos callosas de arrastrarse por el suelo: no quedan sillas de ruedas disponibles para extrabajadores, las eléctrica nos las cubre el seguro y las muletas para alguien con zapatos en los brazos se convierten en zancos ridículamente difíciles de manejar.

            Calle comercial, peatonal, artística… mimos, payasos, músicos, magos y una albóndiga humana que se arrastra con las manos sucias por el suelo, levantando la palma en busca de limosna, gritando cuando le hunden un tacón descuidado en la espina dorsal… se arrastra como un cienpiés sin medio cuerpo que desparrame los intestinos y el líquido verde, viscoso por la tierra mientras se mueve esperando que las hormigas lo devoren vivo… de lejos los niños se alejan del gordo depiezado porque tienen demasiadas imágenes de zombies en el cerebro y temen un mordisco que los convierta… en el fondo los adultos somos iguales: por eso lo miramos con pupilas a caballo entre el asco y la compasión a medias, tirándole alguna peseta para aplacar la ira del no-muerto… la calle está llena de espejos posibles y nadie quiere comtemplar un futuro venido a menos que es plausible de hacerse real con tan solo caer bajo una guagua… vencimos al SIDA, pero no a la maldita casualidad.

            Un esquizofrénico con chupa rockera toca la misma canción en la flauta una y otra vez, compulsiva, mecánica, obsesivamente frente a la heladería: no busca propinas, solo satisfacer el deseo de su niño malcriado interno sabiendo que con tal de que guarde silencio el dueño le dará un helado de menta –el menos que se vende- con tal de que se vaya con la música a otra parte… lo mismo hará por una hamburguesa de ayer y por una cola caducada… patrones de comportamiento social del siglo XXI: tener lo que se desea, con humillación incluida.

            El cojo siempre se arrastra hasata el flautista porque saben que le caerá alguna sobra –media cola, el pepinillo de la hamburguesa, el fondo derretido y baboseado del cucurucho-.Su perro lo acompaña para conseguir la metasobra: en la cadena de la necesidad los eslabones descendentes siempre son infinitesimales.

            Esta vez tocó la lotería y en el hipermercado cierran antes: dejan las cajas de fruta mosqueada y los cartones de leche fuera del contenedor porque saben que la desesperación no entiende de higiene.

            Allá va la albóndiga, con los antebrazos hipertrofiados de arrastra 95 kilos calle arriba y abajo cientos al día y su perro andrajoso, de pelo apelmazado, como el de un rasta cutre, siempre va tras él… tan flaco como un rocín, pero fiel no tanto a la comida, son a su compromiso con el hombre: en algún momento –probablemente cuando se nos olvidó que solo somos monos con un poco más de coeficiente- el perro hizo un pacto con La Madre y juro ser mejor que el hombre para darle siempre amor incondicional… perro y lisiado caminan juntos, él recoje la comida, la reparte lo más equitativamente posible que puede.

            Una madre con el niño y la merienda observa la imagen… si no fuera por el botox incluso lagrimaría… el querubín se acerca al hombre y le da su bocata de Nocilla… sin piernas lo coge tembloroso, como los perros que huelen la mano con los dientes fuera temiendo una nueva ostia… lo coge –mamá acaricia al niño y le promete unos caramelos- abre el pan y deja al animal lamer el chocolate: a ninguno le gusta el pan, así que lo tira.

            El mozo que lleva la mercancía hasta la basura lleva un rato observando mientras suda apoyado en el carrito, asombrado de que un zombi sin medios de crema de cacao al perro, se quede sin comer a favor de un animal… el doble-cojo le mira, a los ojos, penetrante, directamente… lee su pensamiento o al menos eso nos hace creer…

            “Si no alimento al perro jamás volverán a crecerme las piernas”dice de forma cíncia.

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