sábado, 8 de junio de 2013

Escrito (8/6/2013)


Menos de cien.

            La hinchazón y el color canelo de su vientre le hacían parecer una aceituna rellena, pero en lugar de anchoas con vísceras encharcadas por culpa del Atlántico. La distancia que separa al continente patrio del archipiélago es como máximo tan solo cuatro o cinco veces más de lo que se tardaría a coche en cualquiera de esas islas en ir a hacer la compra mensual… un trecho que a pesar –quizás por- su peligro atrae a decenas, cientos, millares de almas desilusionadas a embarcarse en un viaje de salitre reseco, sol picajoso y sudor apestando a pánico… al menos cuarenta personas embutidas en una baracaza para diez o doce, igual que demasiados huevos colocados en un cartón estrecho, a punto de estallar, transpasándose su excrementos, aliento, emociones podridas de una mente a otro por medio de sus sienes, mientras que alrededor solo encuentran la luna negra, negra como sus hijos abandonados para posiblemente no volver a verlos más que en fotos de cartas como agradecimiento de envíos monetarios… luna negra incapaz de alumbrar la apertura marítima, la inmensidad del océano, maldito y salvador, como ese dios cínico y malhumorado, que es como un padre antiguo con una mano abierta para la caricia de los buenos actos, con una mano cerrada sosteniendo el cinto para los errores de la debilidad… agua… negritud… peces que devoraran los cadáveres de los más enfermos, de los más niños, de lo más incapaces de soportar la fatiga: el patrón ayudado por alguno de los que tienen callos en el corazón los arrojará por la borda y así evitar posible infecciones. Un crucero de rabia, desprecio y muerte, surcando los apenas cien kilómetros del purgatorio, pues superan el infierno del hambre, la guerra, la represión, para entrar en la cárcel dorada de los prejuicios, la mendicidad, la burocracia industrial que trata a personas como números inscritos en un registro, tachados por el crimen de la simple existencia como Segismundos que en lugar de sueños viven en una torre construida por pesadilla y temor, miedo, terror por no conseguir ser un esposo, padre ni hijo a la altura de las espectativas: se lanzan contra las olas sedientos porque del otro lado de la espuma se encuentre el sueño africano, la abundancia de los ríos de leche, de las manzanas de oro… pero cuando pisan la arena –los que no han sido pasto de cabozos, enfermedades ni autoridades de verde- se encuentran con que los mitos de griegos mariquitas con barbas no son más que fantasías de mentes con demasiado tiempo libre para las divagaciones… el paraísos de los héroes no es más que fraude, un engaño, una nación de cemento, cieno, obstáculos, aceleración occidental y desprecio de la piel ajena… desengaño solitario del padres y madree que con promesas de barrigas llenas, cerebros cultivados e hijos sonrientes, se estrellan contra el muro de la vida: puedes saltarlo, pero no derrumbarlo… al menos puedes saltarlo.

            En la orilla uno de estos héroes… piel aceitunada, barriga inflada por la humedad y la putrefacción…

            “¡Mamá!¡Mamá!¡Un señor en la orilla!”grita una niñita rubia con tirabuzones: el primer contacto con la muerte fuera de un ataúd.

            Más tarde llegan la “Cruz Roja”, los tres cuerpos de represión del estado –municipal, nacional, militar-,curiosos varios… decenas de hipócritas con la barriga también inflada, pero por el sobrepeso de dátiles, cervezas y la ensaladilla de los domingos… “¿Puedo ayudar?”,”¿Puedo ayudar?”Todos quieren ayudar… pero el calor comienza a apretar, el niño quiere construir un castillo de arena, el hedor del muerto comienza a apestar, la garganta pide cubata fresquito… pronto se van alejando todos… uno a uno…

            La vida sigue, normal, ajena, ignorante: padres e hijos jugando con las palas, mujeres sin bikini coloreando sus tetas, chicos jugando al fútbol con montículos como porterías, un muerto en la orilla y su única compañía un poli que debía de haber salido hace una hora de su turno… “Puto muro, al final no llego a casa a comer” exclama el policía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario