Amor a muerte.
La sangre sale a presión contra el espejo llenándolo de
vida viscosa, roja, ardiendo… demasiada sangre para tan pocos pinchazos:
seguramente se haya cogido una arteria o bien la yugular del feto de cuatro
meses que tuvo en la barriga… con un destornillador plano se perforó el vientre
en ocho ocasiones duro, profundo, sin marcha atrás, porque no hay derecho al
aborto para las esclavas y parir un cadáver condenado al alcoholismo y los
abusos es una desgracia que el mundo ya no quiere, una desgracia que nos obliga
a cerrar los ojos aún más fuerte, una desgracia que ella no tiene aguante para
soportar en mitad de un mar de tiburones caníbales donde las mujeres tienen
derechos para enseñar las tetas donde desean, follar con doce tipos si les
place, pero que a la hora de la verdad entre las cuatro paredes de una casa
blanca como la cal viva, siguen con la correa amarrada a alguna polla
anacrónica, troglodita e insegura, vírgenes violadas por el peso de la
conveniencia social que dejan camelarse por promesas de nunca jamás, de buena
vida al lado de un hombre que las protegerá de todos, incluso de sí mismas, por
eso no debes salir de casa cuando yo no esté… por eso debes se mi cocinera, mi
doncella, mi puta para poder demostrarte lo mujer que eres… por eso debes
dejarte follar con mi pie en la cara cuando no tengo a mano a mis otras
concubinas… hombres de extramuro: sonrisas amplias, ramos de flores al trabajo
de su esposa y pins de la “Cruz Roja” en la calle… ogros macabros, cínicos,
borrachos en el hogar transformado en una cárcel con barrotes de veneno
ahogando el pecho, la mente y la boca de SU mujer, de SU pareja, de SU
compañera, porque el anillo del anular no es símbolo del amor, sino anilla
colombofólica que marca una propiedad a la altura del coche o la tele, más
divertida solo porque tiene coño, ano y boca… en un mundo donde devoramos coca
en busca de la felicidad perdida en la época del mono, no es tan disparatado
que devoremos el alma de muchachas casi vírgenes como dragones airados del
medievo…
No soportó el dolor de la última puñalada y cayendo partió
el retrete con la cabeza: sangre craneal, sangre estomacal, sangre fetal de un
niño que con tres heridas viene: ¿la de la vida, la de la muerte, la del
amor?Ni hablar: eso es un cuento de viejas sin depilar, porque para una mujer
sometida a la tiranía del ogro inseguro las únicas heridas son la de la
humillación, la de la anulación, la de la desesperación… pero él es un buen
hombre que siempre saluda y nos ayuda a subir las bolsas de la compra, así que
esos ojos negros y los moretones por el brazo deben ser culpa de una torpeza
femenina elevada a la máxima potencia: todo el mundo lo quiere, todo el mundo
la mira con envidia por su suerte con el marido.
La ambulancia llega tarde –por fin un golpe de suerte- y
en medio del sangrerío ven al cadáver muerto de un hijo que jamás montará en
bicicletas azules, ven una mujer que ni llora ni sonríe reducida durante años a
una muñeca de satisfacción, ven un marido desesperado abrazado a su esposa,
llenándose las manos con una sangre que lame, porque incluso esa sangre de ella
también es suya…
Médicos, enfermeros, policías… socorren al joven
histérico y enamorado con calmantes, palabras de ánimo y un chocolate caliente…
en el retrete, con una mata mal colocada que tapa solo una teta y parte del
tronco, yace olvidada el cuerpo de una joven a quien criticaran por monstruo…
¡cómo nos gusta hablar en la inopia!Una mujer que por amor mató dos pájaros
desplumados de un tiro… una mujer pisoteada durante casi dos décadas por un
cordero social con las entrañas podridas… una mujer junto a un niños asesinados
por todos los que damos la espalda en ese baño.
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