I like it.
La cara derretida, como plastilina amasada al calor de
una estufa, tiembla aterrada debajo de la capucha blanca, cínico símbolo de la
pureza para quien será castigada por adulterio… traición al macho alfa
dominante y ser supremo de la creación a quién arrancaron una costilla
demostrando que ella es propiedad masculina, compañera vitalicia, trozo de
hueso con carne igual que una alita de pollo lista para ser devorada de la
misma manera… chica casada siendo adolescente por la fuerza anacrónica de una
tradición encadena a cuatro rocas para no fluir con los segundos… una joven
demasiado fogaz, demasiado culta –libros escondidos bajo la cama de una
verdadera madre coraje como la llamaríamos aquí-, demasiado enamorada de sentido
común como para comprender porqué amarrar su pelo bajo velos de siete llaves,
porqué ver la vida tras la red de una escafandra de tela, porqué estar relegada
a parir hijos de un marido impuesto por ignorancia paterna desde el nacimiento
hasta la tumba, siendo su doncella, su criada, su puta, con treinta años
superándola en edad y amor único hacia las cabras de la dote: tetas como moneda
de cambio, juguetes de satisfacción, marcas de desprecio infinito entre
chilabas vacías agarrando fusiles fabricados en tierras enemigas y látigos
tejidos con pelos de camello.
La libertad es como los orines: si el cuerpo la condensa
durante demasiado tiempo se vuelve pesada y dolorosa y la única forma de
aliviarse es dejar que corra aunque manche, aunque huela, aunque incomode,
dejar que fluya como la muerte a través del cáncer y revelarse, pelear o como
en el caso de una mujer del próximo siglo atrapada en la Edad Media, de huir…
una joven corriendo a través de un desierto de arena, odio y chillidos con
vagina sonando a cerdas degolladas… una joven corriendo hacia el norte porque
las leyendas cuentan que en la tierra de los ojos azules las mujeres andan con
ropa de hombre y deciden incluso sobre su propio cuerpo –no saben que en la
tierra de los ojos azules el velo se cambia por corona de cuentos y que la mujer
es esclava de tacones rompe-tobillos, ropas con la insuficiente tela como para
excitar al macho y sueldos varonilmente reducidos por el mismo trabajo, el
mismo resultado, el mismo jefe pellizca-culos-… una joven corriendo hacia la
nada, refugiada en una cueva por la bondad ilegal de un cabrero poco mayor que
ella… días, semanas, meses… quizás solo dos tarde: tiempo justo para satisfacer
las aspiraciones amorosas de una mujer harta de que la reduzcan a una
entrepierna, a una fregona, a una madre, esposa, concubina ejemplo: a la mujer
se la pare con un útero para recordarle que en su interior se encierra la
capacidad de engendrar no solo hijos, sino ideas, pasiones, sueños… se la pare
con una matriz para gritarle que cree cambio, avance y desarrollo… se la pare
con un vientre listo para la maternidad no para marcarle un fin, sino para que
se convierta en madre del cambio que Gaia clama con eco desde el fin… es en las
manos femeninas de una mujer fugitiva, refugiada en la cueva de un cabrero,
fornicando con el pastor entre comidas, donde se encierra el futuro de un país,
un continente, un planeta… pero la capturan antes de que nada ocurra… es
condenada sin ninguna jota –juez, jurado, juicio- y condenada al ácido en el
rostro para borrarle la vergüenza… es increíble que un líquido tan incoloro
como el agua pueda arder incluso más que un hielo derritiéndose, que la
herradura de un caballo al rojo… condenada a 103 latigazos de pelo de camello,
uno por cada día de cobijo junto al amor del cabrero, golpes flexibles que se
hunden en la espalda cortándola, jironándola, despegándole trozos de piel y
carne que llenarán luego el estómago de escarabajos de las dunas engordados
durante demasiadas generaciones por sangre podrida de heroínas muertas por
culpa de que el único libro permitido en su país no contenga versos rimados,
fórmulas químicas o datos históricos, sino hechos del profeta, mitos sobre
ángeles y suras escritas con puño de varón… condenada a guijarros partiendo su
cráneo, desmigajando su cerebro, silenciando para siempre su boca… rocas
lanzadas desde la sala de nuestro ordenador dándole a “me gusta” si “a ti
también te indigna que la mujer sea objeto de represión”… seguro que esta noche
dormiremos tranquilos sabiendo que una mujer deformada, apedreada y devorada
por alimañas del desierto porque las putas no merecen un entierro, quizás se
haya salvado gracias a un “me gusta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario