jueves, 13 de junio de 2013

Escrito (13/6/2013)

Ácido óxido.
            Abre un agujero con la broca justo en el centro de las dos lámparas pegadas a la pared… perfora con el taladro hasta que golpea una tubería y el chorro de agua salta hacia su cara como la eyaculación de un actor porno… dentro del agua, cientos, quizá miles de hormigas que arrancadas del metal saltan furiosas contra el rostro del taladrador… unas comienzan a morder, a picar, a pellizcar con sus dos hojas los mofletes del muchacho mientras otras se entretienen en penetrar la esclerótica para depositar allí sus huevos, futuras larvas que nadaran en el globo ocular devorando la visión de su inquilino… ardor cítrico en sus pupilas arañadas por unas uñas negras del trabajo, raspadas con la desesperación de un hombre amarrado bajo el charco que sufre no tanto el temor de la muerte, sino la impotencia, la espera, la agonía burlesca previa al desenlace…
            Se revuelca por el suelo buscando consuelo en el frescor de las baldosas del pasillo, retorciéndose igual que una perra con tumor en los ovarios devorada en el vientre por cachorros sin formar… de repente se choca con el insecticida y sin pensar –pensar está sobrevalorado- quita la vida a estos monstruos rociándose la cara, envenenando sus pulmones, abrasando con el producto los jirones de su piel…
            Termina el suplicio. No más hormigas: únicamente la sensación de las patitas violando su piel, dando una patada en la puerta para entrar sin permiso y adueñarse de su propio control…
            El cuadro sigue tumbado en la esquina y apura el cubata servido con pajita tratando de tranquilizar los últimos nervios.
            Una herida en el muslo… supurante… efervescente… picante… arranca un trozo de tela del pantalón, ya que, la tela le impide aliviarse con el rascado, un rascado que parece acelerante del picor en vez de alivio –pasa como con el amor, donde las discusiones, las buenas discusiones donde se levanta la voz más de lo debido y hasta se rompe algún vaso contra la pared porque ella falló tu frente, dan lugar a los polvos más deliciosos, sucios y húmedos de la pareja…- ese picor crece con el roce de las uñas… desesperado corre contra el gotelé, vuelve a retorcerse como una alimaña devorada viva por las llenas, corre hasta la cocina… allí agarra el rallador de queso y comienza a picar su carne del muslo, desgarrándola, ensangrentándola, desmigajándola… pero el picor sigue ahí, creciendo y torturante.
            Vuelve al pasillo llorando como un niño con juguete roto para darse cuenta de que de la herida le brotan miles, millones de hormigas que poco a poco suben y bajan a lo largo de la pierna, doliéndole como una cuchilla de afeitar cortando su ojo…
            Desesperado y de nuevo en la cocina, se hace con el cuchillo de cierra para el pan y comienza a amputarse la extremidad a la altura de la ingle, pero el acero hierve como una vagina penetrada y lo lanza contra el poyo…
            Decide aplastar a las hormigas con sus manos, luchando contra el pica-pica, pero pronto cae en la cuenta de que las hormigas son destellos imaginados de una mente agotada… no son reales, solo tan reales como su cerebro lo permite, puede deshacerse de ellas de inmediato… pero elige tomar la pastilla azul y las hormigas continúan mordiendo, inoculando su ácido en el muslo…

            Su mente, su peor aliada… las hormigas le revientan, le sangran, le torturan… la cabeza le arde desesperada, las sienes le laten… el taladro en el suelo… las sienes son blandas… aprieta el botón… la broca gira… las sienes son blandas…

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